Algo sobre la marcha silenciosa de las bases de apoyo
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
efectuada el 21 de diciembre del 2012, en las cabeceras municipales de San
Cristóbal de Las Casas, Ocosingo, Las Margaritas, Altamirano y Palenque,
Chiapas, que algunos calcularon en 40 mil movilizados, otros en 50, y algunos
más hasta en 60 mil manifestantes. Las anotaciones de hoy buscan,
fundamentalmente, destacar lo inmediato,
sin que por ello se deje de tocar lo que pudiera parecer más profundo, esto
último no es el objetivo en esta ocasión. Sin embargo, lo inmediato puede
exhibir mucho de lo profundo, y ese contenido puede llevarnos a lo miserable,
pobre y podrido del quehacer institucional público y cotidiano.
En los
momentos en que todavía todo eran abrazos, buenos deseos, acuerdos, acomodos y festejos en los grupos
de Enrique Peña Nieto, presidente de
México, y de Manuel Velasco Coello,
gobernador de Chiapas, les sucedió lo que para nada tenían previsto. Se les
apareció al que ya daban por muerto,
sepultado y olvidado: el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, de día, y con miles de sus bases de
apoyo. Es muy posible que los gobiernos hayan estado preparados hasta para lo
inimaginable, menos para una marcha de esta magnitud con la peculiar
característica con que fue realizada: una vasta organización, disciplina y silencio. Tal vez porque sienten que
todo ya está dicho; tal vez porque 19 años les han enseñado a no confiar en las
instituciones de gobierno; tal vez porque ya están decididos a actuar y después
hablar; o quién sabe si no su silencio
busca anunciar acciones de mayor calado y trascendencia. La verdad sólo ellos
la conocen; su silencio dice mucho y
la organización, disciplina y capacidad de movilización demostrada en Chiapas,
no expresa poco y debería preocupar muy seriamente a los gobiernos y a la sociedad.
Intentando
razonar como acostumbran las autoridades,
seguramente, las primeras preguntas que se hicieron y se hacen, fueron:
¿quiénes están interesados en echarnos a perder la fiesta y los negocios?,
¿quién movilizó a los miles de indígenas que ya dábamos por muertos y
enterrados?, ¿a quién se le ocurrió despertar a los cadáveres y para qué?, ¿movilizar a miles de pobres cuesta
mucho dinero, quién o quiénes lo están proporcionando y qué buscan con ello?
Algunos políticos cercanos al presidente de México, o íntimos de Velasco
Coello, han de pensar que tras las movilizaciones del Ejército Zapatista de Liberación Nacional bien podrían estar la
atractiva Elba Esther Gordillo, Roberto Albores Guillén, Pablo Salazar
Mendiguchía, Juan Sabines Guerrero, o que el PRI para distraer o que el PRD
para negociar sus acostumbradas parcelas de poder.
Hay que gritárselos fuerte: no pierdan el tiempo en buscarle las esquinas al círculo; a los
miles de bases de apoyo del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, sus milicianos y simpatizantes, los mueve el hambre de justicia
social, la sed de igualdad de
oportunidades, la ansiedad por construir
una democracia verdadera, el dolor
que causa ser ignorados, la humillación
que origina ser atropellados en sus derechos humanos universales, la premura por darle forma a una
educación científica, crítica y
comprometida socialmente, el
coraje que da ser burlados por las autoridades, la necesidad de garantizar libertades plenas, la urgencia por concretar un trabajo digno
para todos, el asco que da tanta
corrupción gubernamental, las nauseas
que originan el exceso de impunidad, y los
dolores y sufrimientos que causa este sistema político que ya sólo,
mayormente, produce desempleados, pobres, indignados, ignorantes y miserables. Fundamentalmente, todo esto y no otra
cosa, nutre, alimenta y desarrolla fuertemente el movimiento insurgente; todo
esto y no otra cosa, constituye el combustible, la bujía y la brújula del
Movimiento Zapatista de Liberación Nacional.
Por otro
lado, la marcha del 21 de diciembre realizada en cinco municipios de Chiapas,
calculada en 30, 40, 50 ó 60 mil personas, vino a decirle a los gobiernos y a
la sociedad, que no los entendieron hace 19 años; que ellos no han perdido el
tiempo y que ahora son muchos más, puestos y dispuestos a lo que sea; que se
han multiplicado por miles, en su mayoría, mujeres y hombres jóvenes,
disciplinados, más organizados, con mayor fortaleza en sus principios y
consciencia; y con una dignidad que en 19 años ni el hambre ha podido doblegar,
ni aunque esta venga acompañada de todos sus secuaces: la miseria, la
marginación, los desprecios, los engaños y el olvido. Mucho menos, “las
políticas públicas” que no buscan resolver, sino dividir; las acciones de
gobierno que no pretenden solucionar, sino generar dependencia; las “políticas
públicas” que no acercan lo justo, sino algo bastante parecido a atenciones
para indigentes.
Los zapatistas,
con su marcha del 21 de diciembre del 2012, desde otro ángulo, aunque en
silencio, también recordaron y denunciaron otras cuestiones que se han
presentado en la politiquería local, en las últimas décadas. Vino a la mente de cuando al ex gobernador Elmar Setzer Marcelle apenas y le
permitieron ponerse los botines de hacendado; de cuando Javier López Moreno al cumplir órdenes, hizo lo que pudo y al
precio que todos conocieron; de cuando a Eduardo
Robledo Rincón “no le dieron tiempo
ni de montar en su caballo”; de cuando Julio
César Ruiz Ferro no bien caminaba y ya había sido enterrado por las 45
personas masacradas en Acteal; de cuando Roberto
Albores Guillén se dedicó a agredir y desbaratar municipios
autónomos, haciendo bastante para él y engañando al presidente Ernesto Zedillo, simulando en
diferentes escenarios selváticos, que los “zapatistas” desertaban y entregaban
sus armas, a cambio de apoyos para producir lástima (por cierto, el ahora
Secretario General de Gobierno, Noé Castañón
León, jugó un papel estelar en esas
obras de teatro rural).
La marcha de
miles de zapatistas también corrobora que Pablo Salazar Mendiguchía siempre
mantuvo engañado a Vicente Fox, primero aparentando que a él lo adoraban los zapatistas, que se entendía
muy bien con ellos y que no había de que preocuparse. Metió en la nómina
oficial a algunos líderes corruptos, corrompió a otros, les hizo probar sus
cheques a algunos “académicos”, “investigadores”, “comunicadores”, y al que no,
lo metió a la cárcel y así se la llevó tranquilo. Mintió. Y respecto a los
zapatistas siempre mantuvo en un cómodo y descarado engaño al presidente
Vicente Fox. Luego llegó Juan Sabines Guerrero, quien siempre, en sus informes
de gobierno, acostumbraba enviar un saludo respetuoso a los zapatistas. Quién
sabe si él engañó a Felipe Calderón y si Sabines alguna vez tuvo consciencia de
lo que verdaderamente sucedía respecto al Ejército
Zapatista de Liberación Nacional. A Calderón daba la impresión de que no le
interesaba saber nada sobre los zapatistas y Sabines, quién sabe si sus estados
emocionales que se procuraba le permitían ver esos niveles de la realidad
social chiapaneca.
Independientemente
de cómo hayan sido las relaciones entre los presidentes de la república y los
gobernadores chiapanecos en los últimos 19 años, llenas de simulaciones o “a la carta”, después de las decenas de
miles que marcharon silenciosamente en las cinco cabeceras municipales del
estado de Chiapas, algunas conclusiones ya están más que claras: al Ejército Zapatista de Liberación Nacional
no se le ve mermado, sino claramente
multiplicado; el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional se presentó notoriamente renovado, resuelto,
disciplinado, joven y organizado; el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional demostró que, aun después de 19 años, su
rebeldía, resistencia, dignidad e importancia que le dan a la construcción de
su autonomía, son inquebrantables, no tienen precio, no llevan prisa y el rumbo
lo tienen claro y lo ven cerca. Lo preocupante para los gobiernos, por un lado,
debiera ser que sus manuales contrainsurgentes no solamente fallaron, sino que
resultaron contraproducentes; y por otro lado, que “sus grandes inversiones en política social” hacia Chiapas,
fracasaron o se las robaron todos o algunos de los ex gobernadores que
participaron en los recientes 19 años.
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