La sociedad chiapaneca, de diversas maneras y desde hace mucho tiempo viene exigiendo; justicia social, libertades plenas, democracia, congruencia entre el decir y el hacer y, sobre todo: no más discursos huecos, no más dolores, no más impunidades, nunca más olvidos y ya no más desprecios.
Los hechos del 3 de octubre en la comunidad Miguel Hidalgo, del Municipio de la Trinitaria, Chiapas, de donde surgieron golpeados, encarcelados y muertos, no fue un incidente menor y casual, según los hechos, demuestran premeditación, alevosía y ventaja, que nadie ha mostrado verdadero interés por investigar y castigar.
La “investigación” parece ordenada para desorientar, encubrir y proteger, no para descubrir y castigar: sólo falta que al final, el gobierno nos salga con que, fue un enfrentamiento entre campesinos, donde ellos salieron maltratados por que se pusieron en medio, en un esfuerzo por conciliarlos.
Hace 40 años cuando la matanza de estudiantes, en Tlatelolco, el culpable fue el Gobierno y jamás se hizo justicia; hace 11 años cuando la masacre de indígenas en Acteal, el responsable también fue el Gobierno y todavía no se hace justicia; y, de los abusos, atropellos y asesinatos del 3 de octubre, el culpable otra vez es el Gobierno y los resultados que ya aparecen, se orientan en la dirección de siempre: engaño, burla y desprecio.
Los actos criminales sucedidos el 3 de octubre en Chiapas, juzgados a la luz de los hechos y dichos: no son investigados con profesionalismo, no los guía el interés de hacer Justicia y por todos lados huele a encubrimiento y complicidades.
¿Quién va a creerles que los verdaderos responsables sólo son algunos policías?.
Los culpables, sin duda, están bien dibujados y pueden ser dos Secretarios y un Ministro, y si no corrigen el rumbo y el paso, los muertos bien podrían ser suficientes hasta para empujar y arrastrar a un Gobernador.
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