Por supuesto, hay que empezar a mencionar
algunas enseñanzas y hechos que quedaron al
descubierto ahora con los 43 estudiantes normalistas de Iguala, Guerrero,
asesinados por el Estado Mexicano.
La masacre de Iguala condujo hasta al mismo infierno, en todos
los sentidos imaginables, al presidente mexicano Enrique Peña Nieto, a su gabinete de Seguridad Nacional, al Congreso de la
Unión, a la Suprema Corte de “Justicia" de la Nación, a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a
todos los partidos políticos de México, a las
diferentes denominaciones religiosas, a supuestos “luchadores
sociales" y a tantos otros que han quedado exhibidos como buenos para predicar y miserables para
actuar. ASESINOS UNOS, INCONGRUENTES OTROS Y CÓMPLICES
EL RESTO. NADIE ESCAPA y
menos si hablan a media voz, gritan bajo la cama o se entienden tras de la
casa.
La masacre de Iguala, en un mes, ha hecho polvo a las
muy cacareadas “Grandes e históricas"
reformas estructurales del presidente Enrique Peña Nieto. Las “modernas" Reformas Constitucionales,
la “ropa de vestir" que Peña Nieto presenta y presume al interior de México y durante giras internacionales, para agradar y promover el
remate de los recursos naturales, materiales y humanos de este país; han quedado totalmente arruinadas con el crimen de estado cometido
en su período gubernamental. Por mucho que el gobierno Peñista pudiera hacer socialmente, en esencia o apariencia, en los próximos cuatro años de su gobierno, ya se torció para siempre, él y todos los que lo acompañan en su aventura. La cantidad de sangre, la intensidad de los
lamentos, la inmensidad de las condenas, lo fuerte de los llantos, pero, sobre
todo, la magnitud de la solidaridad humana, nacional e internacional, que ha
despertado y hermanado este CRIMEN DE LESA HUMANIDAD, difícilmente se habían observado en décadas recientes; bastan y sobran para conducir a un funeral y su
respectiva sepultura política, al presidente Enrique Peña Nieto y a todos aquellos y aquellas que le han proporcionado
sombra o compañía durante estos hechos sangrientos, ahora sí, históricos.
SORPRENDENTE COMO NUNCA. Así fue la respuesta que recibió el gobierno mexicano -la que jamás imaginó-, ante
los hechos sangrientos sucedidos con 43 jóvenes
estudiantes de una Normal Rural, espacios que fueron concebidos como centros
educativos para ofrecer una opción de
aprendizaje y empleo a hijos de campesinos pobres, que en este caso, como
otros, no encontraron ni aprendizaje ni empleo, sino a la muerte ordenada por
la autoridad.
Para exigir investigación, castigo, justicia y la presentación con vida de
los 43 estudiantes desaparecidos por el Estado, salieron a la calle y se
manifestaron, con ropa y hasta desnudos, a gritos o en silencio, miles y miles
de mujeres y hombres, del campo y las ciudades, por toda la geografía mexicana y decenas de países del mundo. Como un reflejo del
rechazo, la indignación, el coraje, la desesperación y la madura conciencia solidaria, se pudo observar u oír por todos lados, los pasos y la palabra de estudiantes pobres y
ricos; el acompañamiento decidido y decisivo de
intelectuales, académicos, investigadores, artistas,
trabajadores universitarios, amas de casa, ciudadanos comunes, organizaciones
clandestinas armadas y uno que otro religioso, con el sacerdote Solalinde a
la cabeza. Todos hablándole de tú y por su nombre, al asesino Estado Mexicano, al
narcopoder que al final reaccionó muy
tarde, con tibieza, con muchas sospechas y ya cuando tenía hasta a sus socios políticos y empresariales encima de él. LOS GRINGOS Y LOS EUROPEOS que le pusieron un pie
en el pescuezo y otro en la entrepierna, no en solidaridad a los reclamos de
justicia por la sangre derramada, sino más bien,
porque ven en peligro sus ganancias económicas ,
presentes y futuras, los jugosos negocios posibles con las “Reformas estructurales".
INCREÍBLE E
IMPRESIONANTE la enorme
energía social, nacional e internacional, que fue capaz de liberar el hecho
criminal cometido en contra de los 43 estudiantes normalistas de Iguala, en el
estado mexicano de Guerrero. Quien imagine que este acto
criminal y sus repercusiones, ya han concluido o que terminarán con la salida del gobernador y la probable captura de las autoridades
municipales fugitivas, está absolutamente equivocado. La enorme
mancha sangrienta, los clamores sociales, los rencores desatados, las
ineptitudes descubiertas, los prematuros fracasos, las evidentes deslealtades,
las claras torpezas y los tremendos tufos institucionales que han asomado en
todos los poderes y niveles de gobierno, bien dan para alterar todo el tablero
político del Estado de Guerrero e, indudablemente, también da para incidir en el escenario nacional, principalmente en el círculo político más cercano al
presidente Enrique Peña Nieto. EL GABINETE DE SEGURIDAD
NACIONAL, queda claro,
le ha fallado desde un principio al titular del Ejecutivo Mexicano. Faltó, falló, se le escondió o se menospreció, la información confiable y la decisión correcta y oportuna, que previera y evitara el escenario criminal que
sacudió a la sociedad nacional e internacional y cuyos costos sociales, económicos y políticos, por hoy, son difíciles de calcular.
Si el presidente Enrique Peña Nieto, por casualidad, tuviera alguien que lo ayude a ver y
valorar la realidad nacional e internacional actual, la que surgió posterior a la masacre de Iguala y la que seguramente se
avecina, estarían en grave riesgo el Secretario de
Gobernación, el Procurador General de la República y hasta el
pronto estreno del avión más lujoso,
moderno y caro del mundo. Además, el crimen de lesa humanidad cometido en contra de los 43
estudiantes de AYOTZINAPA, ya se verá, lo perseguirá en todas sus giras por México y el mundo. Es en serio, contrario a
lo que siempre sucede con los presidentes, Enrique Peña Nieto ya empezó a oler
mal, políticamente, mucho antes de que concluya su
mandato. Si lo dejan concluir.
LA MASACRE DE ESTUDIANTES en Guerrero,
también alcanzó a los
politiqueros de CHIAPAS. El
titular del Ejecutivo, Manuel Velasco Coello, se expresó con un lenguaje que se movió entre “Cantinflas",
“Resortes" y “Capulina", abriendo la boca
solamente para dejarse ver, como siempre, calculando costo-beneficio, únicamente; el poder Legislativo, los diputados, esos que se llenan la bocota autollamándose “representantes populares", como si les agradara, nada han dicho
para manifestar su rechazo a la masacre de los estudiantes de AYOTZINAPA y
los miembros del Tribunal Superior de “Justicia",
al igual que los otros poderes públicos de Chiapas, han guardado silencio
cobarde y complaciente frente a este crimen de estado. Todos y todas,
tapándose con la misma cobija, acostados en la misma cama y lamiendo del
mismo plato; como si fueran bestias y no humanos; como si fueran reptiles y
no mamíferos.
De los 122 ayuntamientos chiapanecos, de
los presidentes municipales, síndicos y
regidores de todos los institutos políticos, sólo se puede decir que su fuerte es ROBAR Y MENTIR y que por estar tan ocupados en ello,
pareciera que ni cuenta se han dado de este hecho criminal perpetrado por el narcoestado
mexicano, que ha conmovido a la opinión pública nacional e internacional. Los otros actores políticos de Chiapas, esos y esas que sólo callan o
hablan por encargo, han imitado muy bien a las “autoridades
superiores"; han permanecido ciegos, sordos y mudos, como
acostumbran comportarse los cobardes o los cómplices.
LA MASACRE DE IGUALA ya liquidó políticamente al presidente municipal de Iguala, a su esposa, al gobernador
del estado de Guerrero y todavía tiene el combustible suficiente para ir
por el Secretario de Gobernación, el Procurador General de la República, uno que otro funcionario como el de la SEIDO que ya “se fue", y obligar a la recomposición del equipo político más cercano a Enrique Peña Nieto. Aunque a muchos les cueste aceptarlo, por miopía política o intereses personales, la
masacre de Iguala ya alteró el tablero político en el
estado de Guerrero y traerá sus consecuencias para cuando Peña Nieto tome la decisión de a quién le entregará el poder en el 2018.