Sobre
la carta de Don Fernando Coello Pedrero a su nieto, el gobernador
electo de Chiapas, Manuel Velasco Coello.
¿Quién
es Fernando Coello Pedrero? Por lo poco que se puede conocer a través
de personas cercanas a él y contemporáneos suyos, y sin subestimar
los riesgos que ello implica, se sabe que es originario de Comitán
de Domínguez, Chiapas, de aproximadamente 83 años, el mayor de los
siete hijos procreados por Jaime Coello y Amparo Pedrero: Fernando,
Jorge, Francisco, Marcos, María, Guadalupe y Gloria Amparo. Se sabe
que en su juventud acumuló una gran fortuna, principalmente por el
acopio de café. También se conoce que estableció una arrocera por
la zona de Pujiltic, y que poseyó terrenos para el cultivo de la
caña. Comentan que Don Fernando es una persona muy acaudalada y que
oportunamente supo invertir su riqueza en bienes raíces tanto en las
ciudades de Comitán, San Cristóbal, Tapachula, Tuxtla, como en la
ciudad de México, donde posee, entre otras propiedades, una con
superficie de alrededor de 5 mil metros cuadrados sobre Paseo de la
Reforma, junto a la casa del embajador de los Estados Unidos de
Norteamérica en México. También se sabe que es el dueño del
edificio que ocupa el IFE, en la colonia Moctezuma, en Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas, y así, muchos otros bienes que le han
permitido vivir holgadamente, cuando menos, en los últimos 30 años.
Coetáneos a Don Fernando Coello señalan que ha de tener estudios
de educación básica o media superior y que es amigo íntimo de
Andrés Manuel López Obrador.
Sobre
la carta que Don Fernando Coello Pedrero le envió a su nieto, el
gobernador electo Manuel Velasco Coello, se puede decir que,
independientemente de que sea de su absoluta autoría o redactada con
ayuda profesional o incluso, inducida por alguien o algunos y
simplemente suscrita por él, es precisa, actual, clara, valiente y
no dice mentiras; al contrario, le faltan todavía muchas otras
verdades que hoy se esmeran en ocultar o embellecer, los medios de
comunicación estatales y nacionales al servicio del gobierno de
Chiapas. “La carta del abuelo” no parece una misiva común,
simple e inofensiva, llena de admiración, ternura y buenos deseos,
no; desnuda, denuncia, alerta, alecciona, provoca y ofrece. La carta
no pareciera que fue redactada por un comerciante con estudios
básicos o por alguien no muy apto de sus facultades mentales, en
algunas partes hasta da la impresión de que recibió ayuda de algún
sociólogo, economista, abogado, antropólogo social o politólogo,
con aroma e influencia formativa del Colegio de México. Ya con el
tiempo se sabrá cómo se gestó la carta, a quién se le ocurrió,
su origen y verdaderos motivos, tal vez muy pronto.
“La
carta del abuelo”, íntegra, no fue publicada por ningún medio
de comunicación chiapaneco o nacional, sólo el semanario Mirada
Sur, puede jactarse de lo contrario. La explicación es obvia y
comprensible: razona, denuncia, exhibe y alcanza a golpear al aún
gobernador Juan Sabines Guerrero. Si esta comunicación epistolar
pública entre el abuelo y el gobernador electo trajera en su
contenido reconocimientos explícitos al gobierno y administración
de Juan Sabines; aplausos a los programas “Ciudades Rurales”,
“Biocombustibles”, a los “avances” en los “Objetivos de
Desarrollo del Milenio” de la ONU en Chiapas, loas al endeudamiento
público y privado, propiciado por la administración actual, y
expresara admiración a las frivolidades personales del actual
Ejecutivo Estatal, seguramente se habría publicado en las primeras
planas de los diarios estatales, en algunos medios nacionales y lo
hubieran abordado, amplia y detalladamente, hasta el cansancio, los
“analistas y comentaristas” al servicio del gobierno de Sabines
Guerrero.
En
“la carta del abuelo”, Don Fernando Coello Pedrero expresa
su particular opinión sobre el perfil personal de su nieto, lo
aconseja para cuando le toque ejercer el poder como gobernante, le
ejemplifica los siempre y actuales abusos del poder del ejecutivo,
la sumisión y complicidad de los poderes legislativo y judicial y el
endeudamiento irracional, entre otras cuestiones que dibujan y
definen la realidad chiapaneca de los últimos tiempos. Refiriéndose
al estado de Chiapas, Don Fernando dice: es un “estado que se
debate entre la pobreza de las mayorías y la riqueza descarada de
sus gobernantes”. A lo largo de seis párrafos, después de
muchas otras expresiones precisas y filosas, entre líneas o
abiertamente, demoledor en ocasiones, Don Fernando Coello Pedrero, a
manera de remache final, suelta en la última parte: “tengan la
seguridad que Chiapas no se va a gobernar con actos de bandidos”.
Quién
sabe qué grado de estudios tenga Don Fernando Coello, quién sabe
quiénes lo pudieron haber ayudado en la concepción y redacción de
su carta dirigida al nieto, y con qué interés verdadero, pero en
principio no le salió mal, puede estar seguro que sentará
precedente. La carta fue oportuna en su elaboración y distribución,
en excelente coyuntura política para el autor y los ciudadanos
interesados, pero en uno de los peores momentos para el gobierno de
“Don Juan” que está a 17 semanas de irse. Quién sabe también
las probables repercusiones que pudiera traer o que ya trajo, en
privado, en las relaciones actuales y en el futuro inmediato, entre
el gobernador electo Manuel Velasco Coello y el gobernador en
funciones que en cualquier momento, de acuerdo a la ley, deberá
iniciar el proceso formal de “Entrega-Recepción” de una
administración y gobierno que dará mucho de qué hablar en lo
referente al manejo de la “democracia”, la “justicia”, la
“transparencia”, el bienestar social, el manejo perverso de la
“libertad de expresión”, los derechos humanos, la violencia
institucionalizada, la complicidad con delincuentes, la
criminalización de la protesta social, la sordera gubernamental, la
simulación como política pública y el destino final de los
recursos públicos.
A
Don Fernando Coello Pedrero habría que exhortarlo para que
continúe con la misma precisión, claridad, coraje y compromiso,
exhortando y acompañando siempre a su nieto, de ser posible, que le
redacte y envíe, públicamente, cuando menos una carta mensual, como
la que ahora le envió, con igual o más color y sabor, y que de
manera extra urgente ya le prepare la siguiente, donde le presente al
gobernador electo, con nombre y apellidos, a los hombres y mujeres
que ya le impusieron como “legisladores” federales y del estado.
Legisladores, entiéndase por ello a los señores y señoras que
llevan años viviendo de los recursos del pueblo, traficando con el
poder, tejiendo complicidades, haciendo negocios, olvidados de
legislar, siempre hincados ante el ejecutivo y muy hábiles para la
quema y cobro de “incienso” y zalamerías, que al final terminan
por extraviar y prostituir a los gobernantes en el ejercicio del
poder, y que los vuelve cada día más ricos y poderosos.
También
a Don Fernando Coello Pedrero habría que decirle que en su próxima
carta al nieto, no vaya a olvidar mencionarle a todos aquellos que
hoy “trabajan” en el poder Ejecutivo con “Don Juan”, de
quienes es público su enriquecimiento ilícito, ineptitudes,
deslealtades y hambre insaciable por el poder político y económico.
Ojalá Don Fernando no olvide señalar a los funcionarios que hoy,
con el gobernador Sabines, se han dedicado a empobrecer y endeudar a
Chiapas, a los que se han aprovechado de sus recursos naturales y
materiales, a los que han ayudado decisivamente a fingir,
atropellar, saquear y encubrir, desde el poder Ejecutivo,
Legislativo y Judicial.
Si
Don Fernando Coello Pedrero asegura que su nieto no encabezará un
gobierno de bandidos, debe sugerirle que aplique una “purga de
caballo” a sus hoy más cercanos y a los que le coloque
próximamente el Ejecutivo del Estado, sin duda, se quedará
bastante solo, pero es mejor que caminar rodeado de delincuentes. En
la siguiente carta de Don Fernando a su nieto el gobernador electo,
el autor o redactor, debe ser resueltamente crudo, puntilloso,
picoso y decirle que, por donde se le vea, entra muy comprometido,
cercado, con muy poco margen de maniobra, que lo tienen copado en
los ayuntamientos, diputaciones, senadurías y los partidos
políticos. Que si no se sacude pronto todo lo cochambroso o podrido,
en tiempo record él podría oler y saber igual o peor.