Urge cambiar
este país de injusticias, desigualdades, explotaciones y sufrimientos en todas
sus formas imaginables. Si nuestro deseo por cambiar este país
es verdadero, tenemos que iniciar con esfuerzos decisivos, principalmente, en
la educación, organización y compromisos; desde la comunidad, el barrio, la
colonia; desde la familia misma, donde ésta se encuentre y con urgencia
extrema. Por donde nos fijemos, la situación social del país ya no soporta más.
Insatisfacciones en los servicios educativos, que son obligación
constitucional del gobierno mexicano proporcionarlos de manera suficiente y
gratuita al pueblo de México, que se incumplen cada vez más, con el costo que
ello tiene en la formación de las nuevas generaciones que habrán de trabajar,
para orientar y darle un rumbo justo al futuro de esta nación. Insatisfacciones
dolorosas en todo el sistema de salud mexicano, hasta en sus aspectos más
elementales, ya desde hace años y cada vez con mayores costos de vidas humanas,
de niños y ancianos, mujeres y hombres, que están pagando las consecuencias de
sus autoridades insensibles, ignorantes o irresponsables, socialmente hablando.
Un sistema de salud que a las enfermedades curables las ha convertido en
incurables; y a las incurables, en verdaderos infiernos terrenales, que cada
vez son más frecuentes y que se multiplican escandalosamente.
Urge cambiar
este país de injusticias, desigualdades, explotaciones y sufrimientos en todas
sus formas imaginables. Por donde nos fijemos, ya la
situación social del país no soporta más. Insatisfacciones e insuficiencias
en cuestiones de EMPLEO, cada vez más agobiantes y de absoluta indefensión
tienen que afrontar y vivir, como una constante, la fuerza de trabajo mexicano,
por las condiciones al interior del trabajo mismo y por el tamaño de la demanda
laboral. A diferencia de lo que sucede en
sociedades civilizadas y justas, en México, el trabajo no se
disfruta, se padece, y esto resulta sumamente grave en la producción de
satisfactores humanos y materiales: únicamente se presenta en sociedades con
evidente retroceso o descomposición acelerada, lamentablemente. El colmo,
ya no es garantía para un empleo bien remunerado y acorde al perfil profesional
que se ostenta, el que se tenga estudios universitarios con licenciatura,
maestrías o doctorados. El desempleo en México azota por igual a toda la fuerza
de trabajo: desde el que no sabe leer y escribir, hasta aquél que ha hecho
grandes esfuerzos por viajar al extranjero para prepararse y regresar a su
patria a trabajar por su país y su familia. Pobres o ricos, hoy deambulan en
busca de empleo. El pobre padece hambre y frustraciones; el rico, lo resuelve
temporalmente, con la ayuda de papi y
mami, pero con cargo al pobre, tristemente
para los que siempre han tenido poco o nada. Este rumbo toma el EMPLEO
en México y todo tiende a empeorar, sin que el gobierno haga esfuerzos certeros
y significativos para evitarlo. El
desempleo y subempleo por todo el territorio mexicano, constituye una dolorosa
realidad que sacude y castiga a jóvenes y adultos, hombres y mujeres que deben
padecer las consecuencias del fracasado modelo económico, que aun con todo, los
malos gobernantes se empeñan en continuarlo, argumentando que es el correcto y
que puede dar más.
Urge cambiar
este país de injusticias, desigualdades, explotaciones y sufrimientos en todas
sus formas imaginables. Por donde nos fijemos, ya la situación
social del país no soporta más. LA VIVIENDA para el pueblo mexicano, de
ninguna manera está garantizada, como debiera suceder. En los países
civilizados y justos, con gobiernos socialmente responsables, la vivienda
para todos es una prioridad convertida en política pública, mientras
hoy en México sólo es un jugoso negocio más para los empresarios, para las
entidades financieras, para los politiqueros, para todos ellos, en mayor o
menor medida. A todos les va bien, menos a las mayorías olvidadas de
asegurarles una vivienda accesible y digna para vivir. Ahora en México, cuando
bien les va a los ciudadanos y alcanzan alguna vivienda, se les convierte en
una muy pesada carga, antes que en una permanente satisfacción para el disfrute
y bienestar familiar. LA CUESTIÓN VIVIENDA, para los habitantes de este
país, está muy lejos de resolverse de manera justa y generalizada. Ni siquiera
es una preocupación verdadera del gobierno, nunca lo ha sido y jamás ha
existido un trabajo que se ocupe de crear las condiciones económicas,
materiales y sociales, para que en este país, en el corto, mediano o largo
plazos, se garantice a todos por igual y en condiciones favorables, el acceso seguro a una vivienda
digna. VIVIENDA funcional, NO JAULAS y casi siempre de mala
calidad. ¿Cómo habrá una sociedad satisfecha, productiva socialmente y feliz,
si ni siquiera posee un piso y un techo propios?
Urge cambiar
este país de injusticias, desigualdades, explotaciones y sufrimientos en todas
sus formas imaginables. Por donde nos fijemos, ya la situación
social del país no soporta más. LA SEGURIDAD PÚBLICA en toda la
República Mexicana, ya transitó de ser una muy delicada preocupación a una patología
social sumamente grave. Una enfermedad imposible de superar con cirugías
menores, trasplantes o transfusiones. A gritos viene pidiendo desde hace mucho:
cirugía mayor en sus órganos vitales, cuerpo y caras nuevas, y la terapia
intensiva necesaria que asegure favorable evolución y pronto restablecimiento. LA
INSEGURIDAD SOCIAL en este país,
contrario a lo que muchos pudieran pensar, no es un castigo divino, es
resultado de las condiciones económicas, sociales, materiales y culturales,
principalmente, en que ha surgido y se desarrolla la sociedad actual. Está
engendrada, alimentada y condicionada por el sistema político y económico
mexicanos, para quienes sus grandes prioridades son: LA GANANCIA, EL DINERO,
LA ACUMULACIÓN, LA RIQUEZA, EL CAPITAL NACIONAL E INTERNACIONAL, no el
favorable bienestar social, presente y futuro de los habitantes de este país.
La violencia y
los altos niveles de criminalidad que se alcanzan por todo el territorio
nacional, los que ya han adquirido comportamientos de costumbre, no
son una cuestión a entender, torpemente, como un asunto de patrullas,
municiones, armas, uniformes, chalecos, fornituras, “nuevas instituciones”,
mandos únicos o vehículos blindados, son un asunto mucho más complejo y
profundo. Tiene que ver con la educación, la salud, el empleo, la vivienda, la
producción, los alimentos y la alimentación en el campo y las ciudades. Tiene
que ver con los niveles de satisfacción o insatisfacciones que disfruta o
padece una sociedad. Una sociedad sana, satisfecha y realizada, sin
frustraciones de ningún tipo, es imposible que adquiera alguna enfermedad
social incurable, que la conduzca a una descomposición acelerada, como la que
ha adquirido y viene caracterizando a la población mexicana.
URGE UNA ACCIÓN
O CONJUNTO DE ACCIONES, DE ABAJO HACIA ARRIBA, RAZONADAS Y ORGANIZADAS, QUE
ECHEN DE ESTE PAÍS AL SISTEMA QUE ANTEPONE LA GANANCIA, EL DINERO Y EL CAPITAL;
AL BIENESTAR Y LA FELICIDAD DE TODA UNA NACIÓN QUE LLEVA DÉCADAS DE INJUSTICIAS
Y SUFRIMIENTOS.