Se confirma.
El presidente de México, Enrique Peña
Nieto, sabe utilizar a sus subordinados; ha aprendido a fingirles
confianza, sabe simular cariño y deja bien claro a sus gobernadores, que
primero es él y, después, quienes él permite que se arrimen a su persona y al
poder. Nada le costaba al presidente Peña
Nieto no exponer y presentar tan feamente al gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, y, sin embargo,
no lo hizo. Bien se entiende que él ordenó mostrarlo ante los demás como
descuidado, ignorante, desleal, políticamente débil y como un candidato
destacado, para pronto, retirarle el apoyo político y económico en el momento que lo
decida. Si esta lección no la asimila y aprende Manuel Velasco Coello, algún día bien puede
costarle el “amor” y que el
presidente de la República le demuestre
desaires mayores.
Se confirma.
El presidente de México no tiene amigos, mantiene intereses en la política y la
economía. Presentar una demanda de controversia constitucional en contra del
gobernador de Chiapas, Manuel Velasco
Coello, y del presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso
del Estado, Fernando Castellanos Cal y
Mayor, no es un hecho para celebrar con tambor y pito; es un asunto sumamente
grave que debe suscitar reflexiones en el Ejecutivo Estatal y en su equipo
asesor, sobre las cuestiones políticas y administrativas, responsabilidad de
ellos. Se acepte o no, lo sucedido significa un golpe político de calibre no
convencional y expansivo, que marca al gobernador y a las personas de su mayor
confianza.
Se confirma.
El gobernador más joven del país, en
la política, no las tiene y nunca las ha tenido todas a favor. Seguramente, no
pocos están felices por su descuido y el consecuente empujón instruido por el presidente, y ejecutado por el secretario
de Gobernación, Miguel Ángel Osorio
Chong. Aunque se minimise o niegue, este es el primero y mayor golpe
político recibido por Manuel Velasco
Coello; nunca le habían recetado trancazos de este tamaño y de manera
pública. Jamás había estado en manos de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación por un asunto de “jardín de niños”, fundado
y motivado por la Presidencia de la República. El gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, si desea seguir
vivo y saludable en la política, tiene que aprender de este su gran error e, inmediatamente, someter a
una evaluación enérgica y exhaustiva
a todo su equipo de trabajo y al grupo asesor que lo apoya en lo político,
administrativo y económico. Otro error de éstos bien
podría costarle, en un sólo
movimiento, la imagen a la que tantos millones de dólares le ha invertido;
costarle la deferencia de la clase política; costarle el reconocimiento de los
empresarios; y costarle hasta el “cariño” del presidente de México y su círculo
rojo.
Se confirma. El gobernador Manuel
Velasco Coello “no tiene quién le escriba”, quién le lea, quién le interprete,
quién lo cuide y quién le haga ver que no tiene equipo de trabajo para hacer
buen gobierno y eficiente administración pública. Estar demandado ante la
Suprema Corte de Justicia de la Nación es un indicador que permite ver con
claridad, que es un gobernante que está solo, que adolece de un grupo asesor
experimentado en los entretelones de la política y los difíciles caminos de la
administración pública. El Ejecutivo Estatal está cercado de ambiciosos y
trasnochados jovenzuelos que sueñan y deliran con ser
Gobernador, senadores, diputados federales, diputados locales, presidentes
municipales, líderes de partido,
o cuando menos, inmensamente ricos y ricas de la noche a la mañana, o en un sexenio gubernamental. Si
el gobernador Manuel Velasco Coello asimila y reacciona, maduramente, a los cuerazos del presidente Enrique Peña Nieto, muy pronto
tendremos ajustes en el equipo asesor y colaboradores más cercanos.
Se confirma.
El Ayuntamiento de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, está en tal crisis que
ya amerita “terapia intensiva”. Su presidente, Francisco José Martínez Pedrero, no logra superar su complejo de
hacendado del siglo XIX; no puede controlar sus costumbres
de capataz de finca cafetalera y
para nada parece dispuesto a comportarse honrado, humilde y congruente con sus
ofrecimientos de campaña. No ha sabido ejercer un gobierno transparente, aunque
aparente lo contrario; para nada se muestra cercano a la gente, aunque finja
hacerlo; nada comprende sobre “bien común”; es muy proclive a las alabanzas de
sus subordinados, que lo manipulan a placer; y ha copiado lo peor de los
gobiernos priistas y panistas: su
falsedad, la mentira, la simulación, la manipulación que hacen de la pobreza, y
lo peor entre lo peor: paga para que lo
engañen, para engañar y para que le digan sólo lo que desea escuchar. Clara
sintomatología de un “político” en descomposición acelerada e irreversible.
Se confirma. El alcalde coleto y su síndico, Roberto A. Morales Ortega, no son leales e institucionales con su
gobernador y, mucho menos, con el pueblo de San Cristóbal
de Las Casas. Tener problemas
latentes y en ebullición -por ineptitud o perversidad-, les comprueba que son
neófitos en la política y los quehaceres de la administración pública. Son
demasiado soberbios y torpes. Si están rodeados de problemas que ponen en grave
riesgo la estabilidad y paz social del municipio y estado; ¿por qué están trabajando
para ellos?; ¿por qué no apoyan al Ejecutivo Estatal? y ¿por qué no se
desempeñan con responsabilidad social,
en beneficio del pueblo de San Cristóbal de Las Casas? Están autodestruyéndose -aunque
estén volviéndose muy adinerados-, y entre las patas se llevan el futuro
promisorio que merecen las ahora niñas y niños de este municipio. Ayuntamiento coleto,
ya dejen de jugar a la “ruleta rusa”.
Ocúpense con urgencia de promover y provocar desarrollo social, no únicamente desarrollos inmobiliarios, o desarrollo de fortunas mal habidas.
DESPIERTEN, ya sólo les quedan 18 meses. Afortunadamente.