Después de varias décadas y
de tantas calamidades sufridas por la población de este país, se vuelve una
cuestión muy natural el hecho de que los ciudadanos aún conserven la esperanza
en el gobierno federal que viene y que los aspectos socioeconómicos y políticos
cambiarán para bien de todos. Después de tantas banalidades y saqueos a los
recursos económicos, naturales y materiales del estado de Chiapas, se vale que
cada vez que está por llegar un nuevo gobierno del estado, los habitantes
esperen que éste exprese y se asuma como responsable hacia las mayorías en la
miseria y el olvido, en las áreas rurales y urbanas de la entidad. Después de tantas pillerías, descaros y
desfiguros en los ayuntamientos de Chiapas, se comprende que los ciudadanos
esperen con ansiedad, que las nuevas autoridades municipales resulten honradas,
sensibles y entregadas totalmente a la solución de las necesidades urgentes y
la construcción de un futuro verdaderamente, promisorio y prometedor para
aquellas y aquellos que siempre han sido tratados con indiferencia o desprecio.
Después de cuando menos 30
años, en donde los habitantes de este país más han conocido del encarecimiento
de la canasta básica; en donde las
condiciones son cada vez más difíciles para conseguir empleo; en
donde cada día se encuentran con menores posibilidades reales y
suficientes para atender y mejorar su
salud personal y familiar; después de toparse periódicamente con mayores
dificultades para poder acceder a una educación científica, crítica, gratuita y
al servicio de la sociedad; después de no encontrar la manera posible de
resolver sus necesidades de vivienda, cuando menos, medianamente digna; después
de nunca conocer sobre esparcimientos y diversiones que los distraigan,
estimulen y formen positivamente; después de tantas y tantas injusticias
sociales, en cuando menos 30 años, con formas humillantes, colores oscuros y
sabores amargos; después de así, acostumbrarse a ver que algunos se empecinan
en vivir montados y fueteando a millones de mexicanos, es comprensible que
imaginen y añoren que las autoridades siguientes -federal, estatal y
municipales-, deberían de preocuparse y asumirse como buenos gobiernos.
Después de 30 años, con todos
los infortunios y sufrimientos padecidos por las mayorías empobrecidas, no por
los pudientes que se han enriquecido trepados sobre ellas, y frente a los deseos
de millones de mexicanos porque la situación mejore, lamentablemente otra vez
hoy, por lo que ya se deja ver y entrever en los gobiernos federal y estatal
por venir, y en los locales, que para el
caso del Ayuntamiento de San Cristóbal de Las Casas, ya llegaron, las personas
y comportamientos que se asoman y experimentan,
no anuncian nada bueno como para alegrarse y organizar celebraciones con
marimba, tambores y pitos. Tristemente, todo se observa no igual, sino peor y
urge prepararse para enfrentarlo, detenerlo y destruirlo. Difícilmente veremos
mejorar, sustancialmente, en el corto o mediano plazos, las condiciones reales
de empleo, vivienda, salud, educación pública, alimentación, seguridad y todos
aquellos factores que inciden favorable y directamente en el bienestar social
de los habitantes de este país. No es
pesimismo o sintomatología depresiva, es voltear la vista hacia la historia
reciente, es objetividad y crudeza que no busca agradar sino contribuir a
sensibilizar. Por el bien de todos.
No se necesita echar mano de
variables macro o microeconómicas para convencer sobre lo que aquí se afirma.
No es necesario recurrir a sesudos argumentos econométricos, a cuidadosos ejercicios de extrapolación, a
estadísticas acuciosas o a la historia
profunda y detallada, para convencer de que vienen tiempos aún de mayores
dificultades para los mexicanos. Basta sólo con decir que, de lejos y de
cerca, a las autoridades que llegarán o
que ya están en funciones, para nada se les ve que tengan los pies sobre la
tierra y que entiendan sobre su función
social: de amplio horizonte, no de miopía crónica; de sensibilidad social,
no de torpezas enraizadas; de justicia social, no de atención a desamparados
con programas para repartir limosnas. No se dan cuenta de la cimentación de barro sobre la que pretenden seguir
construyendo y de que la estructura que pretenden montar, está visiblemente
podrida, y ambas, cimientos y estructura, resultarán incapaces de aguantar el
peso, la magnitud y las sacudidas de las
necesidades y urgencias que ya existen y se presentarán más en la sociedad mexicana.
Cómo pensar y confiar que a La
Figurita de Enrique Pena Nieto le asomarán los
principios, las convicciones, las capacidades, los tamaños (más allá de su
estatura física), la sensibilidad, la humildad y el amor a la patria (la de
todos no la de él), imprescindibles, que ahora más que nunca se necesitan para superar las insatisfacciones e infelicidad que, por décadas, han acompañado a millones
de mexicanos. Cómo pensar y confiar en
que vienen tiempos mejores para los más necesitados, cuando vemos que quienes
rodean a Enrique Pena; sus nombres, apellidos y trayectorias, únicamente traen recuerdos sobre agravios, abusos,
arrogancias y enriquecimientos
sospechosos. Cómo pensar y confiar
en que con Enrique Pena, todo cambiará para bien, si somos testigos de cómo los
mismos sinvergüenzas y delincuentes de siempre -ellos, sus hijos o nietos- desde los municipios y estados del país, ya lo
rodean y con ellos y ellas gobernará y administrará a México.
Cómo pensar y confiar en que al gobernador electo para Chiapas, Manuel Velasco Coello, le aparecerán
las medidas corporales e intelectuales para trazar el rumbo correcto y conducir
hacia el destino socialmente aceptable para los chiapanecos; cuando todos vemos
que todavía no aprende, siquiera, a hablarle
de tú al gobernador Sabines Guerrero que está a sólo tres semanas de irse. Cómo pensar y confiar en que al “Güero”
Velasco no se le nublará la vista, ni se le aflojarán las piernas, cuando le empiecen a asomar los problemas
sociales, los atorones económicos y las
presiones políticas -como consecuencia de los compromisos que adquirió para
poder hacerse de la gubernatura-, si ni equipo humano propio le han permitido
armar. Cómo pensar y confiar en Manuel
Velasco Coello, si cuando inicie el 8 de diciembre, su grupo de trabajo, su
primer círculo, bien revisado y analizado, será ajeno a él, impuesto, prestado,
otorgado en comodato, rentado o de enemigos infiltrados.
Cómo pensar y confiar en el Ayuntamiento de San Cristóbal de las
Casas, Chiapas, si en 45 días de ejercicio político y administrativo, ya
demostró que se moviliza tapado de los ojos,
en silla para discapacitados, con
los oídos taponados y con las manos sueltas y las uñas largas. Cómo pensar y confiar positivamente, en
Francisco José Martínez Pedrero, Roberto
Morales Ortega, Ana M. del S. Sarmiento Ochoa, Marco A. Santiago Sánchez,
Adriana Guillén Hernández, Hernán Cantoral Ruiz, Patricia A. Luna Burguete,
Fidencio Pérez Jiménez, Fernando Pérez Jonapá, Enrique Lara Coello, Juan S.
Camacho Velasco, Gabriela Velázquez Gamboa (que se esfuerza, pero no impacta),
David Pérez Sánchez, Marco A. Sánchez Guerrero, Luis de J. Penagos López y
Daniela Ruiz Pedrero, si en 45 días ya fueron capaces de violar la Ley
Orgánica Municipal; el Reglamento Interior del Ayuntamiento; la Ley de
Responsabilidades de los Servidores Públicos; y la Ley de Adquisiciones,
Contrataciones y Arrendamientos, entre otras normas que protestaron cumplir y
hacer cumplir. Cómo pensar y confiar
en lo que viene para México, Chiapas y el municipio de San Cristóbal, si ya
todo huele y sabe a lo peor de los últimos 30 años. Ante todo este panorama que
se avecina o que ya llegó, ¿cómo pensar
y confiar en que no estamos ya en la antesala de una muy probable gran
revuelta social con acciones extremadamente violentas, donde a nadie le irá bien
y perderá más el que más tenga, y no se dan cuenta?