Independientemente de la distribución de las curules en el Congreso de la Unión: quien obtenga la mayoría absoluta, quien pierda posiciones, a quienes de los chiquitos hay que mimar y a quienes haya que arrinconar, servirá para nada, no se ocuparán como se debe, de los verdaderos problemas de este país, prioritariamente se dedicarán a acomodar y resolver sus ambiciones personales, familiares, de grupo y de partido, nada más allá, nada socialmente de impacto, salvo mayores carestías, injusticias y burlas.
Seguro, ningún chiapaneco piensa que la ocupación principal del futuro diputado de su distrito, será coadyuvar a resolver los rezagos en materia de empleo, salud, educación, seguridad y vivienda, entre muchos otros, no, todos tienen bien claro que para el Diputado Federal electo, sus preocupaciones son: cómo recuperar rápidamente el dinero invertido en su campaña; cómo acomodarse mejor en las piernas del grupo político federal más poderoso y de qué manera tejer para ya iniciar una inversión segura hacia una Senaduría.
En este contexto, la ocupación principal de los futuros Diputados Federales consistirá en buscar, dentro y desde el Congreso, todo tipo de negocios lícitos e ilícitos y cuidar comportarse dóciles, sumisos y dadivosos, con todos aquellos jefes de las mafias políticas que en este país disponen de todo: los que promueven o castigan; aquellos que ayudan en las desgracias políticas, los que deciden cómo repartirse y abusar del poder y cómo aprovecharse de los recursos públicos de los mexicanos.
Por otro lado, pero en el mismo escenario, si observamos los resultados a nivel federal, se puede afirmar que el principal damnificado con las elecciones fue el Presidente Felipe Calderón y su partido el PAN, quienes jamás se imaginaron las cifras obtenidas, esperaban números diametralmente diferentes, primero, que les garantizara el control absoluto del Congreso de la Unión, después, que les permitiera, holgadamente, nombrar al próximo Presidente de la República y finalmente, el manejo del poder político y económico, por muchos años más.
De este tamaño y color fue la realidad que no pudo construir y perdió el Presidente de México y su partido y todas estas características y dimensiones tiene el triunfo del PRI, que de acuerdo a la experiencia de muchas décadas, difícilmente se ocupará de resolver los problemas estructurales de la sociedad mexicana.
Don Felipe Calderón Hinojosa ya puede darse por satisfecho, pasará a la historia, igual que Ernesto Zedillo, mientras a este último le llevó 6 años entregar la Presidencia de la República, el Michoacano sólo necesitó de 31 meses para obtener el mismo resultado, sin dejar lugar a dudas.
En Chiapas, basta con la exactitud de los números dibujados en el proceso electoral federal, para afirmar de manera contundente que no son producto de la participación madura y espontánea de los ciudadanos, son resultados de laboratorio manipulados y cocinados en palacio de gobierno y la casa del Ejecutivo, donde quedó de manifiesto que en la preparación del “guisado”, hubo esmero excesivo en agradar a todos, pero más al Presidente: no enemistarse con nadie y menos con Felipe Calderón y sobre todo, preocupó abrir puertas y compromisos para los futuros procesos electorales.
Aún cuando Sabines Guerrero, logró un equilibrio formal en los resultados de la contienda, no escapa y lo arrastra el fracaso de Felipe Calderón, no se la jugó decisivamente con el PRD, el partido que lo llevó a la Gubernatura; no le invirtió lo suficiente al PRI, su progenitor, que fue descontado en las elecciones chiapanecas y sí cumplió con la tarifa, casi imposible, que necesitaba y le impuso el Presidente Calderón.
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