Piensa, Prensa y Pega.

7 de marzo de 2012

Reflexiones y Precisiones


Dinero sucio en las campañas políticas; aquí y allá.

Por la capacidad, en todos sus ángulos, públicos y ocultos, que ha alcanzado la delincuencia organizada y los “delincuentes desorganizados”, en el país, difícilmente alguna entidad de la federación o algún municipio, puede escapar de los criminales. Cotidianamente, los delincuentes están por todos lados; se hacen ver, sentir, respetar y encuentran siempre las formas para convencer; los hechos dan para pensar esto y más. Si como documenta bien un semanario mexicano de prestigio nacional e internacional, las instancias oficiales de investigación y seguridad en México, las estratégicas, permanecen gravemente penetradas, contaminadas y condicionadas por la delincuencia; cómo imaginar que Chiapas, sus instituciones y municipios, puedan sustraerse a esta realidad con la que -de acuerdo a las evidencias-, ningún gobierno ha podido y lo más grave, no pocas autoridades ven en los criminales, no al enemigo social, sino a su posible gran socio, a su potencial respaldo y a su promisoria compañía.



Sobran los elementos de conocimiento para no dudar que los delincuentes están sumamente interesados en el control y aprovechamiento de municipios, estados de la república y el país completo. Se interesan por todos, por unos más y por otros menos, pero se mueven seguros de que a cualquiera lo pueden hacer “producir”. Comprendido así, indudablemente, no vacilarán en aprovechar la coyuntura que les ofrece el proceso electoral actual, para financiar como puedan o de la manera que se los permitan, a los candidatos a cargos de “elección popular”. Los criminales, organizados o desorganizados, buscarán la manera –si no es que ya la tienen-, de acercarse e invertirle a todos los candidatos. Al igual que hacen los “políticos”, también ellos aprovecharán la oportunidad de invertir y ganar en las elecciones; obtener fuerte presencia, lograr capacidad para maniobrar a gusto y alcanzar un posicionamiento total que les asegure holgura para sugerir, imponer o arrebatar, de acuerdo a sus intereses. Por las buenas o malas.



Ingenuos, ilusos, cómplices o tontos, aquell@s que les da por pensar que la delincuencia organizada y desorganizada no buscará acercarle recursos a los candidatos a la presidencia de la República, a los futuros diputados federales, senadores, diputados locales, gobernador y presidentes municipales. A estas alturas del calendario electoral, al igual que los políticos “de carrera”, seguramente, ya también los delincuentes escogieron a sus “caballos” o “yeguas”, a quiénes les apostarán, o como acostumbran muchos “políticos”, a lo mejor ya decidieron y encontraron cómo meterle dinero a todos; cómo perder con nadie, ganar con alguien y aprovecharse de todos. No es una jalada ni es para espantarse, pero si revisamos con lupa y en algunos casos sin necesidad de ella, los alrededores de los potenciales “representantes populares”, desde la presidencia de la república, hasta posibles presidentes municipales, pasando por un futuro gobernador(a), senadores y diputados, no es difícil dar con personajes de negros antecedentes y sospechosas riquezas, abierta o discretamente, ya previendo y operando. Por si hiciera falta, lo más grave no es esto, sino que la “autoridad competente” nada ignora, lo deja correr, y ya después, encontrará el mejor momento para utilizarlo y cosecharlo.



Delincuencia organizada, por su origen, volúmenes de recursos y forma de operar, no sólo debería de considerar a los narcotraficantes, secuestradores, traficantes de indocumentados, comerciantes de armas, tratantes de blancas -y morenas-, entre otros criminales. Igualmente debería de tipificarse así, a aquellos que de manera organizada o aislada, le invierten recursos a los candidatos a cargos de “elección popular”, pretendiendo una televisora más; aquellos que buscan obtener ganancias abusivas con el medio de comunicación que ya poseen; aquellos que desde la usura internacional o nacional –banqueros-, se enriquecen brutalmente, la mayoría de las veces, arriesgando nada, y cuando “pierden”, recuperan todo y un poco más.



Calificativo y tratamiento de delincuencia organizada, también habría que darles a los “empresarios” que en los últimos 23 años, cuando menos, han amasado insultantes fortunas y malas “famas”, traficando con la “gracia” y a la sombra de presidentes de la república, secretarios de estado, procuradores de “justicia”, magistrados, jueces, gobernadores, senadores, diputados, presidentes municipales, síndicos y regidores mexicanos. De abajo hacia arriba o desde el correspondiente ejecutivo federal, hasta un regidor, en la mayoría de los municipios de México, todos, de alguna manera han contribuido decisivamente a crear, multiplicar y consolidar esta forma de delincuencia organizada, la que se disfraza de aparentes “empresarios” y que alcanza parecidas o mayores “ganancias” a las obtenidas por traficantes o secuestradores, que en el sistema político reciente, son permitidos, cultivados y tolerados por la administración pública, los políticos y hasta acompañados por encumbrados religiosos especializados en “lavar culpas”, a quienes por supuesto, también habría que incluir en esta forma de “delincuencia organizada”, que al igual que traficantes y secuestradores, apoyados en corrupciones e impunidades, de la misma manera contaminan, tensionan, y pudren las relaciones y tejido social, la vida entera de los mexicanos.



Analizado y comprendido el concepto de delincuencia organizada en su acepción amplia, esa que emana de la naturaleza de sus acciones -no la convencional-, la que va más allá de los límites que las leyes le establecen en este país, esa delincuencia organizada en México es mucho más grande, grave, poderosa y amenazante, de lo que parece, y lo peor, nadie se anima a tratarla como lo que es, delincuencia. A esta delincuencia organizada, la amplia, la que debería considerar públicamente no sólo a los tradicionales, sino incluir a los “empresarios” abusivos, los que desde siempre, legalmente, trafican con las relaciones y a la sombra que les da el poder obtenido, acomodando recursos en las campañas políticas; nadie se ocupa legalmente de ella, nadie la llama por su nombre, nadie la frena, siempre gana o arrebata, cómodamente, no corre los riesgos de la delincuencia organizada tradicional y por si faltara, siempre encuentra a un Siervo del Señor que les tiende su “manto sagrado”, les “lava culpas” y les seca y saca la lana.



La “autoridad competente” sabe bien que por estas fechas, ya la delincuencia organizada, tradicional y ampliada, está operando en el actual proceso electoral hacia la presidencia de la república, senadurías, diputaciones, gubernatura y ayuntamientos. Capaz y la delincuencia organizada tradicional y ampliada, también ya tiene algo parecido al IFE, a los tribunales electorales y a los institutos locales de elecciones, o lo peor, que todos estos ya sean de ellos y estén “discretamente” a su servicio.



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