Piensa, Prensa y Pega.

21 de marzo de 2012

Reflexiones y Precisiones

“Día Internacional de la Mujer”. Fecha con muy escasos ejercicios de análisis, reflexión, denuncias, propuestas y exigencias enérgicas.



El 8 de marzo, de acuerdo a la declaratoria de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se conmemora anualmente, en todo el mundo, el “Día Internacional de la Mujer”. Fecha que a la mayoría de los actores participantes únicamente les sirve para justificar la erogación de recursos económicos millonarios, muy lejos todavía de impactar social y verdaderamente en las necesidades y derechos del género femenino. Organizaciones internacionales, gobiernos nacionales, autoridades estatales, ayuntamientos y hasta no pocas asociaciones para la “defensa” de los derechos de la mujer, expresan y festejan que todo va bien, al ritmo necesario y que se avanza como nunca. Los participantes de “las festividades”, incluyendo a la mayoría de las organizaciones de “apoyo” a las mujeres, ejemplifican muy pálidamente, cómo la mujer mejora “sustancialmente” su participación en lo político, económico y social.



El 8 de marzo, por lo que se conoció en Chiapas, excepto por las 25 mujeres, aproximadamente, que se dieron cita en el “Parque Bicentenario” del municipio de Tuxtla Gutiérrez, capital del estado, quienes gritaron ¡Mientras no se reduzcan los índices de muerte materna, no me felicites!, y exceptuando también, las oportunas y precisas puntualizaciones publicadas por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, que saludó la digna resistencia y cotidiana lucha de las mujeres; a no ser por estos dos hechos, todo olió a burla, a infladas ponderaciones y a autocomplacencias oficiales, directas o indirectas, a las que solamente les faltó tambor y pito para musicalizar la burla y redondear, con tonos y ritmos tradicionales, la indiferencia y desprecio real hacia las mujeres. En Chiapas, el gobierno consideró que eran tantos los “logros” a celebrar, que hasta hizo venir a Felipe Calderón, presidente de México, para que atestiguara las narraciones sobredimensionadas, la medición de los “avances” y comparaciones, y para que encabezara las celebraciones dispuestas para el “Día Internacional de la Mujer”.



Salvo voces muy aisladas, la oficialidad y los oficialistas coinciden en “avances y logros” en los derechos del género femenino, dicen ellos, “nunca vividos” y “jamás disfrutados”. Está muy fácil amargarles la alegría y estropearles sus pachangas a quienes festejan las “mejores condiciones” para las mujeres. Si hacemos memoria de los últimos 30 años en la república mexicana, a partir de los gobiernos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y cerrando con Felipe Caderón, ¿será que verdaderamente existen diferencias sustantivas y plausibles a favor de las mujeres?, ¿se ha logrado ir más allá de la apariencia y el maquillaje corriente, en la atención y desarrollo integral de las mujeres?, la participación de las mujeres ¿en cuánto ha ayudado a superar los problemas de fondo del género femenino?, y ellas ¿en cuánto han servido de comparsas a los hombres del poder, antes que coadyuvar, digna y decisivamente, a mejorar la vida de las mujeres?



Basta con describir un hecho, como muestra, y dar cuenta de una aberración en la concepción de “atención, desarrollo y bienestar de la mujer”, para no dejar duda de que “avanzan” equivocadamente y que ese no es el bienestar que habría de buscarse y construirse entre todos y para las mujeres. ¿Cuál podría ser un ejemplo que dibuje la pobreza en “los avances” y extravío en la concepción de “bienestar y desarrollo en la mujer”?:



Los gobiernos y sus organizaciones patito que todo les aplauden, gritan que la mujer ha avanzado significativamente en su participación política, sólo porque hoy, con más frecuencia y número, ya puede ser regidora, síndica, presidenta municipal, secretaria de estado, diputada, gobernadora, juez, magistrada, procuradora de justicia, etc. Sin detenerse a observar y dimensionar correctamente, las traiciones de su mismo género, los olvidos y los desdenes hacia ellas mismas. Los pobres resultados que se vienen obteniendo del actual desempeño de la mujer “política”, en gran parte son un reflejo condicionado por la educación recibida durante toda su vida, la que el Estado mexicano le procura a regañadientes, la clasista, llena de insuficiencias, no crítica, olvidada de la excelencia, divorciada de la realidad y ajena a las insatisfacciones y sufrimientos de la sociedad mexicana. Las excepciones son muy pocas, abundan los testimonios para afirmar que las mujeres incorporadas a la política o administración pública, al final o desde el principio, han resultado “contagiadas” por los hombres; fácil y hasta placenteramente, muchas de ellas han aprendido a corromperse, mentir, simular, ignorar, olvidar y al igual que los varones, o más, a despreciar las angustias y reclamos del pueblo mexicano.



El “Día Internacional de la Mujer” sería una buena fecha para buscar y reconocer a todas aquellas mujeres que han sabido cumplir con su deber, caracterizadas por su constancia, que no han traicionado a sus compañeras mujeres, que saben perseverar, que han sabido ser consecuentes con su género y congruentes en su discurso y práctica. Las hay muy pocas y en ellas, los gobiernos no están interesados, porque generalmente las mujeres luchonas no se dejan engañar y no se “engentan”, no se prestan a manipulaciones, no son sumisas y sí, las distingue su visible molde y madera para la rebeldía y resistencia, esa que les permite ver, opinar, sentir y saborear diferente; palpando, viendo, escuchando y comprometiéndose, de abajo hacia arriba, pegadas al suelo, pero de pie, no inclinadas; exigiendo, no suplicando, con pulso estable y voz firme.



Indudablemente, bastante es el daño que los varones le han infringido al género femenino, con sus decisiones y actitudes, pero no es poco lo que muchas mujeres en el poder han provocado y propician en contra de sus compañeras; para empezar, cuando presumen avances legislativos que en los hechos no se promueven y practican, y para terminar, cuando se unen, incondicionalmente, a los hombres en los exagerados festejos a “éxitos” aparentes, engañosos y traicioneros, que están muy lejos de beneficiar, como las mujeres lo demandan y necesitan desde hace siglos.



El extravío en los hombres y mujeres de los gobiernos es tanto que celebran y dicen que se debe agradecer, el que ahora las mujeres ya puedan tener maquinaria y créditos para trabajar; ¿qué no, festejable sí sería, que a las mujeres les consiguieran suficiente tiempo para convivir con su familia, tiempo para cuidar y atender su salud, tiempo para distraerse productivamente, tiempo para educarse permanentemente, tiempo para reflexionar y ocuparse responsablemente de lo común, tiempo para aprender a distinguir a las enemigas de su mismo género, tiempo para aprender a construir y disfrutar el bienestar al que tienen derecho? ¿Cómo festejar el “gran logro” de los gobiernos, ese de que tendrán que trabajar hasta que se mueran, o de lo contrario, morirán de hambre, antes?

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