Piensa, Prensa y Pega.

25 de agosto de 2010

Reflexiones y Precisiones

Indiscutiblemente, es en los últimos diez años cuando los mexicanos hemos visto y sentido agravarse más las condiciones de inseguridad y violencia en el país. Día a día los actos violentos son mayores y más crueles, y por donde se les vea, pareciera que nadie es capaz de detenerlos, mermarlos y mucho menos revertirlos.

Se ha vuelto frecuente que las autoridades se la pasen en foros y talleres inútiles, estatales y nacionales, tratando de encontrar el mejor tratamiento contra los delincuentes, y pareciera que siempre lo encuentran en sentido inverso, nada parece mejorar, al contrario, la delincuencia se multiplica y agrava diariamente. Un ejemplo crudo y seco, sólo para empezar, bien lo representa los más de 28 mil muertos que van solamente en los últimos 44 meses: más de 636 ejecutados o asesinados por mes.

Por si faltara, ante una realidad evidente y a colores, la autoridad encargada de la seguridad de los mexicanos dice, y muchas ocasiones en cadena nacional y en vivo: que la guerra se va ganando, que la situación mejora, que el exceso de sangre y violencia es porque van perdiendo los criminales, que el Estado es más fuerte que la delincuencia y que la sociedad debe estar tranquila; ¿cómo darles credibilidad a esas expresiones que pretenden construir certeza, certidumbre y tranquilidad, si los sucesos diarios muestran claramente lo contrario, si los hechos son cada vez más espeluznantes y con mayor carga de desafío hacia las autoridades?.

Otro ejemplo dibuja bien y pinta claro la rapidez con que se viene desarrollando y afianzando la delincuencia y violencia por todo el país: hace muy poco, los enfrentamientos entre delincuentes y éstos con los cuerpos policiacos se daban en espacios apartados, en la oscuridad, con pistolas y ametralladoras; vertiginosamente, a cualquier hora del día y lugar, pasaron a las bazookas, granadas y lanza cohetes; recientemente, incorporaron a todo este arsenal, los coches bomba; y ya son bastante comunes los automóviles blindados y las escoltas de 5 y 10 sujetos con armamento ofensivo y equipo suficiente para protegerse y abrirse paso al costo que sea, sin importarles nada, y mucho menos, los ciudadanos que se les crucen, como ya se ha documentado en diversas ocasiones.

Por las acciones inocultables y cotidianas de cómo evoluciona y se consolida la delincuencia y violencia en México, queda claro que la situación de inseguridad, en todos los frentes, empeora diariamente de manera preocupante, y por la forma en que insisten los gobiernos, en el horizonte no se observan elementos que permitan abrigar esperanzas que ofrezcan mejoría y que transmitan tranquilidad; al contrario, entre más se profundiza la mirada y el análisis hacia el futuro, peores realidades se encuentran y mayores preocupaciones se despiertan y anidan.

A lo mejor es cierto que los gobiernos buscan enfrentar exitosamente a los delincuentes, a lo mejor, pero hasta hoy, los resultados a la vista son insuficientes para explicar y remontar los hechos; eventos ya siempre desgarradores y atemorizantes, que parecen resultado de un perverso plan, diabólicamente preconcebido e igualmente ejecutado, al que la autoridad no ha sabido o querido enfrentar con los instrumentos y estrategias del calibre y precisión que se necesita, y con la oportunidad que se requiere.

Los “responsables” de la seguridad en México, todos, al toro lo agarran por la cola y no por los cuernos; intentan matar a la víbora “robándole” su cascabel; o bien, pretenden ahuyentar al tigre, iluminándolo con cerillos. Todo absurdo, como si carecieran de ojos, cerebro y oídos, o lo que es peor, por momentos dan la impresión que implementan sus planes y acciones junto con el enemigo, a sabiendas de los resultados y sus costos.

Mientras las autoridades continúen “combatiendo” a la delincuencia solamente con balas, periódicos, radiodifusoras y televisoras, menospreciando la participación ciudadana generalizada y verdadera, no de utilería; olvidando que están ante un problema que tiene que ver con la seguridad en todos los aspectos sociales de la vida diaria, asociados al empleo, educación, salud y bienestar social en general; mientras las autoridades no aprendan a distinguir y tratar, causas y efectos, orígenes y manifestaciones, y persistan en “olvidar” o “sin entender” que es imposible el desarrollo y fortalecimiento de la criminalidad, sin la complicidad de los gobiernos; mientras todo continúe en esa concepción y dirección, seguirán los fracasos, se incrementará más la violencia, por miles continuarán agregándose los muertos y los consecuentes sufrimientos, y los efectos graves hacia los más desprotegidos no cederán; diariamente se enraizará más, se irá volviendo “natural” y como van, es ya una cuestión de nunca acabar.

Los gobiernos, desde los Directores de Policía, Presidentes Municipales, pasando por los Gobernadores y rematando con el Gabinete de Seguridad Nacional completo, todos, cada uno en su circunscripción, saben muy bien quiénes tienen alguna relación con la delincuencia organizada; dónde están; saben de personas, movimientos y enriquecimientos acelerados y bien “explicables”; conocen, por “poco” que sea, de pies, manos, vísceras y cabezas del crimen; y, si saben cómo buscar, con quiénes, con qué e inclusive, a quiénes van a encontrar y de qué manera, ¿por qué no actúan enérgicamente?, ¿por qué permiten tanta sangre y sufrimientos? Por momentos parece hasta política de Estado o parte de las políticas públicas que ellos promueven y defienden.

Como dicen los académicos o aquellos que cuando menos hablan algo bonito: la delincuencia y violencia que se vive y padece por todo México, es una cuestión sistémica y por lo tanto, ella misma guarda y protege los elementos para su destrucción. Sí pues, pero todo lo entienden muy bien: el gabinete de seguridad nacional, Felipe, Juan, los presidentes municipales, los directores de policía y los asesores de todos, pero lo utilizan a su conveniencia, y los ciudadanos cada vez participan menos.

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