Piensa, Prensa y Pega.

27 de octubre de 2010

Reflexiones y Precisiones

A más de un mes de que en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, se viera afectada la población de su ciudad -como consecuencia de inundaciones producidas por lluvias atípicas-, pero mayormente también como resultado de que éstas encontraron las peores condiciones para desplazarse con normalidad, producto de corrupciones y anarquía en el cumplimiento de la normatividad relacionada con las inmediaciones de los ríos y zonas bajas, entre otros aspectos. Después de más de 30 días, da la impresión de que los gobiernos y ciudadanos no entendimos las señales de la naturaleza, y menos estamos haciendo algo serio para evitar que en el futuro se vuelvan a presentar desastres como éstos, o seguramente mayores.

En 30 días, se han visto muchas acciones organizadas, pero desesperadas de los ciudadanos y bastantes respuestas improvisadas y superficiales de las autoridades; actitudes oficiales que no trascienden el “efecto mejoral”; atender, cuando mucho, lo inmediato y muy por encima; en general, un “impactante” programa para proporcionar atole en vaso y con el dedo. Nada al fondo de la problemática y sólo algo de acciones descoordinadas que tratan de evitar que la población damnificada, ante tanta ineptitud, radicalice sus acciones de protesta y presión.

En los momentos de la contingencia enfrentada, inmediatamente después y a más de 30 días, se hace evidente la casi absoluta incapacidad de respuesta apropiada, oportuna y suficiente de todos los niveles de gobierno, que siempre mantuvieron una “buena comunicación” solamente para observar. En sentido estricto, fue insignificante lo que hicieron para ayudar a superar rápidamente los problemas que se vivían, y más bien dio la impresión de que la mitad de las dificultades se la encomendaron a la misma naturaleza y la otra parte, la llevaron o mandaron a suplicar al interior de los templos. Hoy, la población afectada está superando su situación, más con su propio esfuerzo que con ayuda oficial. La atención seria a asuntos de estas dimensiones, no inician con cubetitas, trapeadores, franelas y algunos centavos, cuyos montos son parecidos a propinas de los negocios lujosos.

Si pudiéramos comparar, rigurosamente, la magnitud de los daños medibles, contra el tamaño de las atenciones recibidas, éstas parecen risibles, cuando no ofensivas. Todas con alcances insuficientes, a destiempo, producto de presiones y ninguna de ellas escapó a la politización que los operadores quisieron imprimirle.

Más allá de lo señalado, lo preocupante hoy es que, según se ve y conoce, a la Federación, el Estado y el Municipio, les falló estrepitosamente la “protección civil”: no supieron prever, fueron incapaces de atender con oportunidad y precisión la emergencia; y ahora están olvidados del después, con orientación al futuro inmediato y mediato. Qué hacer para evitar desastres parecidos o mayores; qué hacer para comprometer a los ciudadanos en la prevención de este tipo de fenómenos “naturales”; cómo garantizar la coordinación eficaz, federación, estado, municipio y ciudadanos, permanentemente, para atender corresponsablemente el “antes, durante y después”, como programa permanente y no emergente e improvisado, ya que “protección civil”, más bien pareció “protección senil”, y las atenciones oficiales obligatorias, parecieron obras de caridad, o más bien, limosnas limitadas y tardías a indigentes.

A un mes de las inundaciones, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, ya debería de existir, aunque sea en sus líneas generales, un “programa permanente” que atienda y prevea cuestiones iguales o similares a los acontecidos recientemente, en el que tenga especial cabida la opinión de los ciudadanos y particularmente, la de aquellos que fueron afectados últimamente.

Hoy, cuando la vida ya casi volvió a la “normalidad”, casi por inercia, todo continúa como antes o peor. Las autoridades todavía no abordan el origen de la problemática y el reflejo de la misma con instrumentos y medidas serias, organizadas y profesionales, y seguramente así lo dejarán y en peores condiciones nos encontrará el próximo fenómeno “natural”, que de continuar todo igual, seguro será de mayores proporciones y ahora sí, tal vez incluya pérdidas humanas de consideración, y será culpa de todos, gobierno y sociedad: de quienes abusan y aquellos que callan; de los que se aprovechan y quienes se han acostumbrado a implorar, permitiendo maltratar y olvidando exigir y acompañar.

El gran aviso que puede significar el reciente “desastre natural”, vivido en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, todavía no considerado y superado con profesionalismo, se le debe escuchar y atender de manera organizada, comprometida y urgente, pues todo indica, sin necesidad de peritos especializados, que ya la ciudad está en grave riesgo, que el túnel, a diferencia de otros tiempos, pudiera en su momento ya no ser la salvación definitiva. Ya son inaplazables y en extremo urgentes, las acciones concebidas, diseñadas, operadas y evaluadas por profesionales en la materia.

El tratamiento que debe implementarse con urgencia para evitar otro muy probable y pronto “desastre natural”, de enormes proporciones para San Cristóbal, tiene que situarse bien cerca de profesionales expertos y lo más lejano posible de los políticos marrulleros que politizan todo, o funcionarios voraces que a los desastres convierten en negocios.

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