Piensa, Prensa y Pega.

14 de septiembre de 2011

Reflexiones y Precisiones

La clase política mexicana arrecia vistosa y ruidosamente sus movimientos –inútiles socialmente-, con miras al proceso electoral de 2012. En el municipio de San Cristóbal de Las Casas, en el estado de Chiapas y en México, por todos lados se observan pasos y prisas diarias por acomodar las piezas humanas, con las cuales pretenden continuar en el poder, sembrando corrupciones, cosechando impunidades y enriqueciéndose con los recursos públicos, mientras el bienestar social de los mexicanos espera y empeora, permanente y dramáticamente.



Los hechos públicos de los tres niveles de gobierno confirman que no les preocupa verdaderamente la realidad mexicana, que los tiene sin cuidado, que están y trabajan por lo suyo, y que si los millones de habitantes que se encuentran en pobreza extrema, no se deciden por la participación, organización, movilización y presión suficiente que obligue la desaparición del Modelo de Desarrollo injusto y su sustitución por uno socialmente humano, si eso no se promueve y provoca, se agudizarán las miserias, se volverán más descarados los desprecios y se enraizarán de peor manera los olvidos.



La semana anterior, el presidente Felipe Calderón por fin decidió dejar ver, un poco más, en qué dirección podría darse su decisión final. El nombre de su candidato a la presidencia de la república, a quien le invertirán todas las capacidades del Estado mexicano, todo el poder político y económico al alcance del presidente de la república, para tratar de imponer al titular del poder ejecutivo a aquél o aquella, que a su juicio le parece garantizar continuidad, compromiso, impunidad y protección absoluta a él, su familia y su grupo, por los abusos, omisiones o irresponsabilidades cometidas en su administración y gobierno. Por supuesto, en previsión a las adversidades naturales por llegar, adelantándose a las facturas de todo tipo que querrán cobrarle, colocando muros de contención a imprevistos que pudieran sobrevenir. No ha de desear sorpresas molestas y, seguramente, abriga esperanzas de continuar -por algún tiempo-, ejerciendo el poder, aunque la parcela le resulte pequeña y con el tiempo se la achiquen.



Ernesto Cordero Arroyo o Josefina Vázquez Mota –si algún imponderable mayor no asoma-, uno de ellos y ya no otro, será el candidato oficial para la contienda por la presidencia de la república mexicana en el proceso electoral del 2012. Si recurrimos a un recuento rápido de lo que ellos han hecho, dicho o demostrado como funcionarios públicos, sólo les encontramos una muy pobre concepción de la realidad social, esfuerzos insuficientes, compromisos parciales, responsabilidades limitadas, resultados pálidos, retórica abusiva, demagogia excesiva, y en el caso de Cordero Arroyo, además, muchas y recurrentes expresiones frívolas y desafortunadas, que lo presentan como ciego, insensible y torpe; alguien que lleva los pies mucho tiempo despegados de la realidad y con una cabeza ausente, ante evidencias mayúsculas de desigualdades, injusticias, sufrimientos, desprecios y olvidos. Si a Josefina y a Ernesto se les investigara a fondo, seguramente encontrarían que también en su desempeño público han incurrido en deshonestidades y que sus bienes y dineros se han inflado, inexplicablemente, en pocos años.



Si alguno de ellos, Ernesto o Josefina, resultara presidente o presidenta, por lo que se les conoce, seguro, la situación social y política del país empeoraría. Esto no quiere decir, para nada, que si gana el PRI o el PRD, la cuestión mexicana mejoraría sustancialmente y en el corto plazo, no; tal vez, la única diferencia sería la velocidad y ritmo en la descomposición social y que los muy probables estallidos sociales aminoren, que tardaría un poco más el parto doloroso, necesario, que algún día habrá de llegar y traer buenas nuevas, corrigiendo la pobreza extrema y los consecuentes sufrimientos de los que no se salvan más de 50 millones de mexicanos, que sin exagerar, ahora a duras penas sobreviven en la incertidumbre absoluta; millones de personas a las cuales su único patrimonio abundante, es la pobreza en todas las formas imaginables y los padecimientos inhumanos, inaceptables y por donde se les observe, condenables.



Mientras en la ciudad de México, con motivo de la sucesión presidencial, Felipe Calderón escoge y empuja; aquí en Chiapas el gobernador Juan Sabines Guerrero hace lo suyo. Para empezar, ya se ha apropiado de los principales partidos políticos –PRI, PAN y PRD, listos para ser utilizados- para operar, en su momento, lo que ordene el presidente Calderón, esté o no Juan Sabines. Don Juan, por los términos en que ha transcurrido su administración, por sus frutos verdaderos y por los detalles económicos y políticos con que concluye –desmoronamientos y debilidades-, no está en condiciones de imponer candidato propio, sería un suicidio intentarlo, lo sabe bien, y hoy sólo le queda cumplir diligentemente las instrucciones del centro del país, las que sean, no tiene de otra, si después no quiere sufrir las consecuencias, esas que hoy bastante bien las ejemplifica y puede aprender del encarcelado ex gobernador Pablo Salazar Mendiguchía.



En San Cristóbal de Las Casas, en este escenario de competencias, acomodos, apuestas y riesgos, a la presidenta municipal Cecilia Flores Pérez –debido a su bisoñés, rusticidad y relaciones pobres-, sólo le queda un camino: esperar y prepararse, física, económica y emocionalmente, para que en su momento pueda desempeñarse con la docilidad y suficiencia que la necesiten, cooperación que no le alcanzará para que la promocionen políticamente; a penas tal vez logre la impunidad que necesitará al terminar su administración municipal, la que se le recordará por su descarada simulación, nivel de desastre, tamaño del desorden, magnitud de los fracasos y resonancia de las decepciones.

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