Piensa, Prensa y Pega.

23 de noviembre de 2011

Reflexiones y Precisiones

En Chiapas, el encarcelamiento de ex autoridades estatales y municipales no es una práctica novedosa y mucho menos de utilidad social; hasta hoy, es una acción recurrente que se presenta posterior a cuando terminan las administraciones públicas del estado o de los municipios, según lo necesite el grupo político en el poder, durante su acomodamiento en el ejercicio del mismo. Cuando un gobernador termina su gestión, es “normal” que le encarcelen a algunos de sus colaboradores o familiares más cercanos y algo parecido sucede en los ayuntamientos, nada más que aquí, a quien echan por delante es al presidente municipal, “escoltado” por el síndico, tesorero y director de obras públicas, casi siempre así sucede.



Si en verdad se tomara la decisión de enfrentar con rigor a la corrupción e impunidad, que nace, florece y se reproduce cotidianamente en nuestro estado, desde hace mucho y cada vez de manera más descarada, exageradamente pocos de los que han desempeñado un cargo público de primer nivel en los gobiernos del estado y municipales, podrían ir a la cárcel algunos por abiertamente corruptos, otros por ineptitud y unos más, debido a la falta de conocimientos para desarrollar sus funciones que, entre otras cosas, le exigen el cumplimiento pleno de la normatividad establecida.



Siempre se hace evidente que cuando llevan a prisión a ex funcionarios –aunque traten de hacerlo parecer como una decisión para el combate a los usos y abusos de poder-, no es con el objetivo primario de combatir la corrupción, no, es común que el hecho se relacione más con el cobro de facturas políticas, con antipatías reprimidas, que se trate de despejar escenarios de negocios o electorales, o bien, que se busque atemorizar o intimidar a algunos actores políticos, con la intención de sumarlos económica o políticamente hacia donde le interese al gobernante en funciones.



También se da que lleven a prisión a algún “ex servidor público”, porque necesiten alejar de sus centros de operaciones, a aquellos que pueden significar un obstáculo para llegar a los resultados que los políticos pretenden. Como sea, el encarcelamiento de “ex servidores”, es el lenguaje y una de las formas de comunicación y convencimiento que utilizan los dedicados a la politiquería chiapaneca, que al final de cuentas, en nada contribuye para que la sociedad viva y se desarrolle en condiciones optimas de satisfacción, honestidad, armonía y justicia social.



En cuestión de encarcelamientos a ex funcionarios, en Chiapas, lo que sí debe destacarse como precedente novedoso e inmediato es que, por primera ocasión, se presentó el hecho de encarcelar a un ex gobernador, que sin lugar a dudas, sólo les servirá para maniatarlo y cerrarle la boca, temporalmente; para que no intervenga en el proceso electoral que ya inició, en el que habrán de elegirse, ayuntamientos, diputados locales, diputados federales, senadores, gobernador y presidente de la república. Con Salazar Mendiguchía en prisión, los que hoy disponen desde el poder, podrán partir “el pastel político” con mayor tranquilidad, a su antojo, cuidando únicamente, que se sirva primero el superior inmediato que todos ellos tienen.



Concluyendo, Pablo Salazar fue llevado a prisión no por sus abusos de poder, no por las acciones violentas que propició, no por las torturas denunciadas en su tiempo, no por los encarcelamientos injustos que ordenó, no por la infinidad de atropellos cometidos por él y no por el insultante enriquecimiento ilícito en que incurrió y que fácil sería documentarlo y lograr que esos recursos públicos se reintegraran para beneficio del pueblo, no, Pablo está en prisión, principalmente, porque necesitan aislarlo de las maniobras de los políticos en activo, porque estorbaba en el desarrollo de los planes políticos vigentes, porque lo desean tener flojito y cooperando, bueno, y de pasada, algunos, cobrarle toda la soberbia, el despotismo y la prepotencia que lo caracterizaron como gobernador. Pablo está en prisión no como resultado de un hecho de justicia, sino empujado por el reacomodo de grupos, la lucha irracional por el poder y la ahora revancha política que él cultivó con esmero.



Si algo podrían aprovechar ellos, los políticos, como lecciones, en todo este jaloneo entre grupos políticos y económicos, es que quienes hoy están en el poder como miembros de ayuntamientos, colaboradores del ejecutivo e inclusive, el mismo gobernador, después de ejercer el poder como hoy lo hacen –con frivolidad, desparpajo e insaciable apetito-, debieran prepararse, con todo, para cuando tengan que experimentar las desagradables emociones del no poder, los momentos aquellos que les llevarán a reflexiones y comparaciones profundas, entre el poder y el no poder, entre el humillar y ser humillado, entre el sentirse y comportarse como dios y luego ser tratado como diablos y tener que asumirse y conducirse como tal. Falta muy poco.

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