Piensa, Prensa y Pega.

28 de octubre de 2009

Reflexiones y Precisiones

Con sinceridad y en privado, quién sabe cuáles serán las condiciones reales que guarda la relación de la iglesia católica chiapaneca, con el Gobierno de Chiapas: cuáles han sido los lasos de entendimiento, compromisos y fracasos, y por qué no, también los golpes bajos que seguramente los hay, en tanto dos poderes humanos en jaloneo permanente por almas, cuerpos y todo aquello que se puede hacer y disponer con cuerpos y almas controladas, al servicio de poderes históricamente en jaloneos y no pocas ocasiones, confrontados.

Dos cuestiones llamaron mucho la atención entre el 18 y 21 de octubre, la primera, cuando el arzobispo Rogelio Cabrera López parecía que oficiaba misa para acompañar a la “Reforma Electoral”, pareció que hacía públicas sus bendiciones y al final, casi expresó que podían ir en paz; la segunda, cuando el obispo Felipe Arizmendi Esquivel introduce al delicado escenario político estatal, elementos incuestionables que dieron pie y forma para que hablara e ilustrara sobre una posible subversión en Chiapas.

Religiosos católicos del tamaño y talla de Don Rogelio y Don Felipe, sin duda, no acostumbran moverse por ocurrencias, son en exceso cuidadosos con lo que dicen, sus movimientos y expresiones siempre son previamente bien calculadas y calibradas, prevén el mínimo margen de error, buscan el impacto en perfecto equilibrio, evitan el polvo excesivo y persiguen la mayor ganancia terrenal, pues aunque están al servicio de Dios, también son humanos dueños de fortalezas y debilidades.

En momentos turbulentos y graves para la sociedad mexicana, por las preocupantes sacudidas económicas, políticas y aquellas derivadas del crimen organizado por todo el país, en tiempos así, que aparezca Don Felipe Arizmendi hablando de subversión, basado en ingredientes que abundan por todo el territorio nacional –analizado y ponderado con rigor- podría resultar un llamado desesperado para que los gobiernos razonen y reaccionen con responsabilidad y rapidez, con la cabeza, no con el hígado y con justicia social, no con persecuciones y represiones abiertas y encubiertas.

Las declaraciones del 18, que hizo el arzobispo Rogelio Cabrera López, resultaron sumamente útiles para el gobierno de Chiapas, y las expresiones del obispo Felipe Arizmendi, que pueden llevar doble filo, más allá del daño inmediato, también podrían ser capitalizadas por Sabines Guerrero, las de don Felipe fueron tan letales y con la carga explosiva tan bien calculada que, ya la Procuraduría General de la República reaccionó públicamente de inmediato, con un lenguaje cuidadosamente estudiado, como previendo tal vez, un diálogo por largo rato y de largo alcance. Es cuestión de esperar y posiblemente no mucho.

Sobre todo esto, conviene a la sociedad y al Gobierno mexicano, dimensionar concienzudamente, profesionalmente e históricamente las expresiones nada casuales que el 21 de octubre hizo el obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, Don Felipe Arizmendi Esquivel, no vaya a resultar después, que ahora sí, “Dios le habló”, le instruyó y hasta le mostró los resultados a futuro, donde ganará nadie, y mucho menos, los millones de mexicanos pobres, disputados permanentemente por los “siervos de Dios” y los gobiernos del mal.

Indudablemente, es demasiada la información sensible que no está al alcance de los ciudadanos comunes, y ello dificulta el análisis y las conclusiones certeras que permitan explicar, qué sucede y sobre todo, que ayude a guiar y empujar hacia conductas socialmente más responsables, ante lo que pueda sobrevenir en los próximos meses o años, donde se dejan entrever dificultades mayúsculas para los chiapanecos y mexicanos, agravamiento severo en la vida diaria del pueblo y mayor ceguera y cinismo en el accionar de los Gobiernos Municipales, Estatales y Federal.

Por donde se vea, dentro de los gobiernos, no se encuentran elementos para dar certidumbre y tranquilidad a los mexicanos, como va, todo apunta hacia más sufrimientos en el campo y las ciudades mexicanas: descontentos, mayores manifestaciones campesinas y más crudos pronunciamientos de obreros y burócratas, movilizaciones por todos lados, y por supuesto, mayor criminalización de la lucha social.

Pero, no hay que olvidar aquello que dice “no hay mal que dure 100 años, ni pueblo que lo aguante”.

Lástima que “el Cristo de Copoya” todavía no concluye, si no desde esa gran altura prevista, a lo mejor podría observarse y entenderse bien todo lo que realmente viene sucediendo: ver de dónde viene, a quiénes trae, a dónde van, quiénes vienen y qué persiguen. Ojalá ya recuperen el dinero y se termine el Cristo.

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