Piensa, Prensa y Pega.

8 de diciembre de 2010

Reflexiones y Precisiones

Faltan muy pocos días, 23, para que el Ayuntamiento electo –sin H porque lo de honorable está por verse- pueda darse cuenta que lo de ser gobierno se parece en nada a una “tardeada”, a una pasarela de modas, a una kermes, a un certamen de oratoria, a un concurso de escoltas, o a una noche mexicana. En unos días, les quedará claro que será considerable lo que cobrarán como salario, pero está por verse si sabrán desquitarlo, si estarán a la altura de sus ofrecimientos y en capacidad de dar soluciones a las insatisfacciones de años, conocidas de sobra.

Los responsables de la próxima administración y gobierno en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, de triunfos o decepciones, tienen nombre y apellidos: Victoria Cecilia Flores Pérez, Carlos Morales Vázquez, Fabiola Ricci Diestel, Irma Pérez Luna, Janette Ovando Reazola -la que presumía su amistad con Vicente Fox y que nunca resolvió lo del tomógrafo-, Patricia Vargas Blanco, Rodolfo Samayoa Zepeda –ex cuñado de la ex diputada que intentó reelegirse-, Javier Trejo Gómez, Sebastián Patishtán Méndez, Martha Alvarado Viñada, y aquellos que decidan los partidos que resultaron perdedores en la elección reciente.

Todos ellos, 6 mujeres, 4 hombres y los que agreguen, según la Ley Orgánica Municipal y demás leyes aplicables en este nivel de gobierno, tienen el mismo grado de responsabilidad, con derechos y deberes, nadie es más que el otro, ninguno debe abusar o permitirlo y todos, quieran o no, serán los progenitores de los éxitos o fracasos que disfrutarán o padecerán los cientos de miles de habitantes del municipio de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Concluida su gestión, no antes, ya se verá si es correcto “arrimarles” la palabra “histórico”, para bien o para mal.

Presidenta, síndico y regidores electos, nos agrade o no, serán las autoridades a partir del 1 de enero del 2011, y junto con los ciudadanos corresponderá la obligación de buscar y encontrar soluciones a todas las necesidades ya conocidas, más las que se presenten; será competencia de ellos explorar y encontrar los recursos, de todo tipo, que se necesiten; será su incumbencia desarrollar capacidades; será su deber despertar toda esa energía social adormecida; será su labor intentar obtener riqueza de la pobreza; y será su tarea aprender a promover desarrollo social y bienestar para todos -urge-, con prontitud y precisión, alejados de corrupciones, manipulaciones, simulaciones y ligerezas. Sin olvidar que, la verdad o ineptitudes, tarde o temprano aparecen.

En la obligación que el Ayuntamiento electo y los ciudadanos tienen de provocar y procurar bienestar social, no particular, resulta determinante la elaboración y correcta implementación de un Programa de Desarrollo Municipal que dé rumbo y certidumbre al esfuerzo colectivo, que vertebre y aproveche todas las potencialidades y que supere las limitaciones. Nada de improvisaciones, nada para complacer y, mucho menos, actitudes para cubrir apariencias, antojos del ejecutivo estatal en turno o algunos de sus “Nemesios”.

Elaborar el Programa de Desarrollo Municipal no es lo más difícil, lo verdaderamente complicado, equiparable a un “salto mortal”, es lograr que el programa se convierta en el “instrumento bujía y brújula” que guie el accionar cotidiano del Ayuntamiento y cada una de las áreas ejecutivas de la administración pública municipal; que los lleve de la mano, les abra los ojos, les estimule el cerebro y les cuide los pies para que no los metan.

De poco menos que nada sirve un sesudo Programa de Desarrollo Municipal si en el quehacer de la administración y gobierno diario, no se le aprende a observar y utilizar disciplinadamente. De nada sirve, si las decisiones las determinan sólo los empresarios; resulta inútil, si las acciones oficiales sólo las toman los partidos políticos en el poder; y nada sirve, si en los acuerdos, quienes ponen y disponen, son los familiares o parejas sentimentales de las autoridades.

Se requiere encontrarle un buen contenido social al Programa de Desarrollo Municipal, donde aporten, se acompañen, se comprometan y se acomoden gobierno y ciudadanos; donde con disciplina se facilite que éste estimule, oriente, evalúe y controle todas las acciones institucionales municipales; ya superada esta etapa, se podría, con prudencia, empezar a afirmar que ya se ha ubicado y amarrado a una de las partes más importantes que pueden permitir hacer y empujar hacia un buen gobierno municipal. Antes, con sólo poses, rituales, copal y palabrería, lo único que se logra son discursos devaluados, retórica descontextualizada, posicionamientos huecos o una mezcla de todo esto que cada día es más insoportable, no más.

Un Ayuntamiento electo, entre otros aspectos importantes, primero: cuida la elaboración de su Programa de Desarrollo Municipal; segundo, considerando los perfiles de sus integrantes, nombra las comisiones que habrán de responsabilizarse de las tareas de gobierno y administración municipales, observando el diagnóstico establecido en el Programa de Desarrollo Municipal; y, tercero, viene otro “salto mortal”, el momento sumamente delicado y casi siempre determinante en la consecución de los buenos resultados -donde los miembros del Ayuntamiento “arcoíris”, en este caso-, tienen que ponerse de acuerdo para nombrar al equipo de trabajo que tendrá como responsabilidad la ejecución de todos los acuerdos del Ayuntamiento y el cumplimiento estricto y puntual de todas las leyes y reglamentos aplicables en el ámbito municipal.

El grupo de funcionarios que nombre el cuerpo edilicio, los de “primer nivel”, viene a ser los rostros más cercanos al ciudadano, los sujetos que con sus antecedentes y desempeño, en su momento, pueden vestir o desnudar a un Ayuntamiento en funciones; les pueden atraer agradables aromas o insoportables olores; lo pueden presentar y proyectar como un buen gobierno o bien podrían sepultarlo, al construirle imagen de corrupto, habilidades de marrullero, actitudes de incongruente o cualidades de inepto.

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