Los recuerdos deben servir, periódicamente, para alimentar y purgar el cuerpo y el alma, para hacernos más fuertes, para aclarar nuestro camino, para transitar con mayor facilidad; no para entristecer, inmovilizar y ponerse a llorar. Los recuerdos deben ser útiles para entresacarle lo bueno y que nos ayuden a ser mejores hombres o mujeres. Los recuerdos malos también resultan buenos, cuando aprendemos de ellos y sobre todo, cuando nos enseñan a enseñar.
EL PELLIZCO:
En eso de rememorar, recuerdo muy bien cuando un ex diputado priista y luego ex regidor panista, en San Cristóbal, llegó a mi domicilio para ofrecerme la presidencia municipal coleta, diciéndome que él se encargaría de juntar los millones para la campaña, que haría los amarres para que la mayoría de los partidos políticos municipales, en unidad, me designaran su candidato único; que él sabía ser buen subordinado y que se encargaría de operar todo, si lo autorizaba. Por supuesto me negué.
Recuerdo también las veces que de día, he regresado los regalos, caros y baratos, a la oficina de quien me los ha enviado, e igual recuerdo las ofertas que he tenido en diez años, para ser miembro o asesor del ayuntamiento coleto, con salarios superiores a los de un Síndico. En 10 años, también recuerdo las ofertas periódicas para convertirme en empleado con chofer, viáticos, vehículo y secretaria, del gobierno del estado y federal. Por seguridad, algunas evidencias guardo y la información, con oportunidad, la he compartido con el periodista Hugo Isaac Robles Guillén. No estoy dispuesto a abandonar esta actividad, al contrario, entre más me provoquen, pretendan intimidarme o fastidiarme, más punta le sacaré al lápiz y mayor filo llevará el texto.
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