Con
respeto y reconocimiento, a Ud. Don
Ángel: Confieso que hace falta su presencia. Muchos necesitamos de su
sombra, de su inteligencia, de sus consejos prácticos, de sus estímulos y
entusiasmo, de sus regaños aterciopelados, de su ejemplo de hombre cabal, bien
puesto y dispuesto y siempre comprometido socialmente. Mejórese.
Con motivo de que Mirada Sur ya cumplió tres años, y toda vez que soy parte de este
noble proyecto, otra vez debo iniciar
pidiendo disculpas a los lectores porque considero necesario hablar de mi
persona. Me resulta ineludible para, a unos, ahorrarles esfuerzos de los que
les resultarán fracasos; a otros, adelantarles que ante el castigo, me han
acostumbrado a crecer; a otros más, dejarles claro que uno es de resistencia,
no de velocidad; a no pocos, invitarles a que si lo dudan, prueben; y a quienes
les interese, decirles que en este oficio uno se mueve por principios y
convicciones fundamentada en el interés por el bien común, no en otro fin. El
miedo existe, pero para mantener alerta, el temor siempre está presente, pero
no paraliza y mucho menos convence para incurrir en actos deshonestos -abiertos o discretos-, en
todas sus formas despreciables.
Hace 10 años, y debido a que la
actividad que desempeñé durante una década en cuestiones de asistencia,
capacitación y estudios municipales, me habrían brindado cierta experiencia en
el tema, el periodista Hugo Isaac Robles
Guillén me invitó y convenció para participar, originalmente, en la radio
XEWM para hablar sobre temas municipales, pues consideró que mi camino
recorrido podría resultar de interés colectivo, digno de ser compartido por ese
medio de comunicación. Desde entonces y hasta hoy, 10 años, de Don Hugo Isaac Robles Guillén siempre he
recibido puntual acompañamiento formativo, crítico y afectivo, jamás una
insinuación para vender la pluma o rentar la tinta, al contrario, su claro
ejemplo y observaciones a tiempo, me han resultado un inevitable acicate para ser
cada día más objetivo, serio, comprometido, crítico y propositivo. Sin
zalamerías, lejos de cuestiones personales, sin cobardías, consciente de los
riesgos que se corren y dispuesto a
pagarlos, al precio que sea, si fuera necesario, vale la pena.
En los últimos 10 años, dedicado a
aportar algo desde algún medio de comunicación, siempre invitado, empujado y
con la compañía de Hugo Isaac Robles
Guillén, he tenido experiencias en radio, televisión y prensa escrita; no
han faltado los sabores dulces y amargos, las alegrías o tristezas, las
traiciones, las censuras burdas y las
invitaciones discretas. A lo largo de una década, comprometido a contribuir con
algo útil y bueno desde algún medio -un oficio para el cual no estudié-, he
tratado de aprender y de no quedarme muy lejos de los que sí estudiaron
periodismo y lo ejercen con honestidad; también he evitado dar motivos para que
los que me aprecian se avergüencen de mi desempeño. Quiero dejar asentado e
insistir que después de 10 años, dos personas han significado mucho para mí y les
debo respeto, reconocimiento y gratitud: la periodista y luchadora social, Concepción Villafuerte Blanco,
directora de “La Foja Coleta”, que donde esté se le aprende y se siente su
acompañamiento, y el periodista Hugo
Isaac Robles Guillén.
En 10 años de aficionada labor
periodística, ocasionalmente, he padecido la censura. En un principio, cuando
después de un año y medio de participar todos los martes en la radio XEWM,
abiertamente y hasta gozoso, “El señor de las canas”, Alex, el director del
noticiero, le dijo a Hugo Isaac Robles
Guillén que por instrucciones del dueño, se suspendían mis comentarios por
ese medio. En otra ocasión, invitado también por Don Hugo, colaboraba en un semanario donde estuve casi dos años, todo
iba bien hasta que al dueño le llegaron al precio y entonces sí, mi página
empezó a salir con impresión “defectuosa”, que dificultaba su lectura o
distorsionaba su contenido, y llegó al
extremo de publicar en mi espacio, el tema anterior y no el que correspondía.
Luego, cuando fui invitado a otro medio y empecé a notar las “travesuras” que
ya bien conocía, mejor opté por irme, no sin antes dar muestras claras de que
me había dado cuenta de todo, que tenía clara la situación y que yo ya
resultaba “incómodo” a un familiar muy cercano, no a la cabeza, bujía y brújula
de ese respetable periódico. He aprendido a reconocer las diferentes máscaras
con las que se asoma la censura, ya sea a través de artimañas técnicas, editoriales,
escases de espacio o incluso, a través de inimputables errores.
Hace tres años, otra vez fui invitado
por Hugo Isaac Robles Guillén para
incorporarme a un proyecto muy atractivo y prometedor, al que se le llamaría Mirada Sur. Recuerdo muy bien los
primeros desayunos y a los participantes originales, el discurso mesurado, desbordado
o silencio de alguien; el exhorto apasionado y de compromiso absoluto que en
algún caso después se convirtió casi en
puro apoyo moral; el asunto aquél donde alguien quiso llegar a enseñar y
distribuir tareas, que luego quedó en mucha saliva, nada de talacha y sólo
presunción de talento. Tres años han transcurrido y existen evidencias sobradas
para afirmar que Mirada Sur avanza en
el cumplimiento de su función social, fortalece sus capacidades para garantizar
su edición -mucho más allá de la inmediata-, acumula y aquilata experiencias
para ofrecer mayor calidad y acompañamiento. Se esfuerza por demostrar que
busca la verdad, el equilibrio bien razonado, la confiabilidad, lo oportuno, lo
imparcial, lo que no hace rico económicamente, pero que sí llena de
satisfacciones no materiales, las que no llenan los bolsillos pero sí el
corazón, las que alimentan los buenos sentimientos, los únicos que algún día
habremos de llevarnos de este mundo. A tres años en Mirada Sur, en todos los
aspectos, el saldo es positivo y se debe no solamente a los nombres visibles,
sino también a otr@s que prefieren o deben permanecer en el anonimato; aquell@s
que apoyan decisivamente de día, de noche, de madrugada con mucho frio y hasta
bajo la lluvia, para que Mirada Sur
obtenga la información, se le dé forma, se edite, se distribuya, se lea y
cumpla su función.
A 10 años de que el periodista Hugo Isaac Robles Guillén me invitara a
esta noble actividad y a tres de que me convocara a Mirada Sur, quise traer estos recuerdos porque es saludable, de
cuando en cuando, recordarse uno mismo y refrescarle a los demás el origen de
uno, las vicisitudes enfrentadas y superadas, el saldo que uno contabiliza y el
devenir que uno visualiza; para que uno no se extravíe y los otros no se
equivoquen; que dejen de fastidiar, de intentar distraer o desgastar, que se
quiten la idea estúpida de que uno busca empleo, puesto político, dinero fácil,
protagonismo o negocios turbios. De nada de eso se trata; el decir y el hacer
durante 10 años no dejan espacio para la
duda, pero si insisten, recibirán respuesta puntual y del calibre apropiado.
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