A Don Ángel, a Doña Conchita.
EL MAESTRO
Escasean los maestros; cómo hacen falta los verdaderos MAESTROS. En tiempos de incertidumbres,
injusticias, hambre, mentiras, atropellos sociales y sufrimientos cotidianos en
la sociedad mexicana, faltan MAESTROS por todas partes. Al MAESTRO, a aquél que se responsabilizaba de todo lo que se encontraba a su paso; se le
extraña con sinceridad, se le recuerda con cariño y se le reconoce
con el corazón: cuánta falta
hace un auténtico MAESTRO.
En estos tiempos, cuando a la sociedad
chiapaneca, sus gobiernos la traen de lo difícil a lo peor o
de lo lamentable a lo insoportable, hacen falta los maestros que enseñen a ver y a conducirse correctamente. Ahora, cuando a los hombres y
mujeres de este país los entretienen con promesas o engaños, faltan maestros que con su práctica diaria
enseñen a comprender y a comportarse con responsabilidad social.
Hoy, cuando en la República Mexicana todo es desesperanza, desconfianza y decepción hacia las instituciones y los gobiernos en todos sus niveles; cómo escasean los MAESTROS que acostumbraban llevar de la mano a los
niños, adolescentes, adultos y a los hombres y mujeres con quienes se
encontraban; aunque no estuvieran dentro de un aula, aunque no fueran sus
alumnos, aunque no se les responsabilizara de ello. Esos MAESTROS que
asumían como un apostolado su función social, cuánta falta hacen.
Hasta hace no mucho, aunque todavía se les encuentra por ahí a uno que otro, EL MAESTRO no
solamente se ocupaba de enseñar a leer, escribir, sumar, restar y
dividir; enseñaba a ser útil, honesto, respetuoso, disciplinado, cumplido y
comprometido socialmente. Su mística de
servicio lo convertía en MAESTRO DE TIEMPO COMPLETO, día y noche, de
lunes a domingo, él asumía su
responsabilidad de MAESTRO. Lo mismo enseñaba a pensar
que a producir alimentos; en el pizarrón o en la
parcela; arbitrando en un torneo deportivo o “litigando"
un conflicto de linderos en la comunidad; frente a los pupitres o en un parto;
conduciendo sentidos homenajes cívicos a la bandera o escuchando las últimas palabras de un moribundo. Ese era el MAESTRO y esos son los
maestros y maestras que mucha falta hacen para ACOMPAÑAR a la sociedad mexicana actual.
Es enorme y cada día se agranda más el hueco que dejan los hombres y las
mujeres a quienes con admiración y respeto se les llama MAESTROS. Es
insustituible la función que ellos y ellas desempeñaban con su enseñanza y ejemplo. No impartían cátedras para presumir conocimientos y sentirse inmerecidos en el planeta
tierra, enseñaban para que todos aprendieran a ser verdaderos hombres y mujeres
comprometidos con la realidad social; siempre dignos y dispuestos a enfrentar y
a padecer como propias las injusticias sociales cometidas a sus semejantes.
Al verdadero MAESTRO le preocupaba
desarrollar y estimular el conocimiento y el aprendizaje, no para
lograr y cosechar un estatus social superior al de las mayorías, sino justamente, para que nadie se colocara por encima de esas
mayorías y luego viviera de engañarlas, hincarlas, manipularlas,
explotarlas y condenarlas a una vida de eternas injusticias y padecimientos
interminables. Hacen mucha falta estos MAESTROS Y MAESTRAS que casi “inyectaban" el conocimiento científico, el comportamiento crítico, el carácter
macizo, el compromiso responsable, la participación con propuestas decisivas y el acompañamiento decidido a todo; menos a cansarse,
extraviarse, alquilarse o venderse.
A MAESTROS Y MAESTRAS como los descritos, se les veía y a uno que otra todavía, se le ve en
espacios de educación preescolar, primarias, secundarias,
preparatorias y universidades, entregados en su misión y convencidos de
la enorme importancia que su trabajo tiene para que todas y todos aprendamos
a aprender bien; para ver, sentir, comprender y comprometernos en las causas
justas. No para hacerse ricos, sino para convertirse en hombres; no para
volverse importantes o deseables, sino para hacerse mujeres dignas y
respetables.
TRISTEMENTE, cómo abundan y se
reproducen con facilidad los maestros y las maestras que nada entienden
sobre su función social, y dedican su vida, desde las
aulas de educación preescolar hasta los espacios
universitarios: a enseñar a “leer" de manera incorrecta, a enseñar
a “escribir" de manera incompleta, a enseñar a “razonar" de manera limitada, a enseñar
a “proponer" de forma tímida, a enseñar a “defender" de manera titubeante, a enseñar a “acompañar" a medias tintas; y a enseñar a sumar, restar y a dividir, de forma tramposa o traicionera. A enseñar y aprender a ser indigno, deshonesto, cobarde,
irresponsable, egoísta, incongruente o mentiroso. Maestras y maestros que enseñan cómo cerrar los ojos ante una realidad injusta; maestros y
maestras que enseñan cómo cerrar la
boca frente a los sufrimientos de millones de mexicanos supervivientes en
la miseria; maestros y maestras que enseñan cómo escribir para ocultar o disfrazar injusticias; maestros y maestras que enseñan cómo evitar denunciar y exigir; maestros y maestras que enseñan cómo callar frente al dolor ajeno; maestros y maestras que enseñan las mejores formas para vivir hincados y no las maneras enérgicas para exigir y disfrutar de pie, como viven y mueren los hombres
y las mujeres que aprendieron a leer, escribir, razonar, proponer, defender
y construirse una vida digna, con los pies en la tierra y no con las patas en
el pescuezo de las mayorías empobrecidas.
FELICITACIONES A LOS MAESTROS Y A LAS
MAESTRAS QUE SABEN SERLO EN SU TRABAJO DIARIO. Ni lo duden, vivirán siempre, se
les reconoce y recuerda.
A los otros maestros y maestras;
COMAN, BEBAN Y BAILEN.
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