5 de marzo del 2008.

Los “representantes populares” chiapanecos casi siempre andan como bestias en celo, buscando llamar la atención de su superior jerárquico, para ponerse a sus pies y al alcance de sus manos, para lo que se ofrezca y disponga.

Según las vivencias chiapanecas, los “representantes populares” constituyen una clase social aparte, con características propias y peculiares: viven, de doblar la columna vertebral; se “desarrollan”, maltratando sus rodillas; futurean, adiestrando la lengua en la adulación, la mentira y la simulación; hacen del cinismo, un deporte; de la corrupción, una adicción; no entienden de principios, si no de precios; y, para ellos la lealtad y el honor, son enfermedades incurables que por cualquier precio las evitan.

Los “representantes populares”, casi todos, de esta manera, prostituida y pobre, comprenden su responsabilidad social: servil con los de arriba, sirviéndose de los de abajo.

Es difícil encontrar a un político atendiendo las necesidades sociales que le corresponden, más bien, es común encontrarlo procurándose complicidades y negocios: invirtiendo para enterrar su pasado; humillándose para mantener el presente; y, arrastrándose para construir su futuro.

Los “representantes populares”, de ahora, están lejos de poder ayudar a construir una vida mejor para los chiapanecos: en lugar de promover y provocar acciones democráticas, ayudan al fortalecimiento de la antidemocracia; la justicia social la vinculan exclusivamente a programas paternalistas, sellados como dádivas; y, de libertades sociales, sólo saben pronunciar las verborreas que les escriben para leerse en las campañas políticas

Regidores, Síndicos, Diputados y Senadores, entre otros: ¿representantes o vividores?.