Ahora que por todos lados se ha desencadenado la problemática de escasez y encarecimiento de los alimentos básicos para la sobrevivencia humana, en México, particularmente, se ha exhibido lo erróneo y absurdo de las políticas neoliberales diseñadas y aplicadas en el campo y los campesinos mexicanos, en las últimas décadas; y al mismo tiempo vino a mostrar, otra vez, la manera ligera y equivocada con que los Gobiernos visualizan los problemas y aplican “soluciones”.
Ante esta otra seria crisis en la vida de los mexicanos pobres, el Presidente de México, Felipe Calderón, cree haber encontrado la respuesta apropiada y suficiente: abriendo en su totalidad el mercado nacional a la importación de maíz, arroz, trigo, sorgo y pasta de soya; reduciendo al 50% el impuesto a las compras de leche en el exterior y facilitando adquirir frijol libre de arancel; y anunciando que las dádivas a los pobres continuarán. A alguna de ellas, para hacerla “más efectiva”, le anunció un incremento de 2 pesos diarios.
Para el crónico abandono al campo y los campesinos, no ha dado a conocer nada sustantivo; para producir y reproducir lo que el pueblo mexicano necesita para vivir humana y civilizadamente, tampoco ha dicho algo; y, para crear condiciones reales y de fondo, donde los pobres puedan resolver por sí mismos todas sus necesidades, ni ocurrencias le asoman.
El Gobierno de México, tiene que entender que los problemas que se arrastran y agregan, ya no están para remiendos, arreglos de fachada o matices en los discursos. Este modelo de desarrollo sólo es capaz de producir pobres, injusticias y crisis: ya no se le aguanta más y urge cambiarlo.
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