Piensa, Prensa y Pega.

11 de mayo de 2011

REFLEXIONES Y PRECISIONES

El día que en el país empeore aún más la situación económica, social y política; gobiernos y ciudadanos seremos los responsables, de las dificultades mayores que sobrevengan. Los gobiernos parecen decididos a permanecer sordomudos, ciegos e insensibles ante una realidad en grave descomposición, y los ciudadanos, hasta hoy, en su mayoría guardan silencio cómodo, cómplice o cobarde.

Nadie escapará cuando en México y Chiapas tenga que sacudirse todo para acomodar en condiciones justas y aceptables las cuestiones de bienestar y justicia social, que mejoren la vida diaria de mujeres y hombres, niños y adultos; de los que tienen nada, de quienes padecen todo, de las mayorías que tarde o temprano aprenderán a levantar y hacer valer su voz, en silencio o con ruidos, convenciendo o por la fuerza.

Por toda la República Mexicana, constantemente, se están emitiendo señales alarmantes que confirman el deterioro de la vida social en todos los sentidos. Seguridad, violencia, desempleo, falta de oportunidades amplias y suficientes para jóvenes y adultos, atenciones y opciones verdaderas y dignas para las mujeres, entre muchas otras aflicciones, son padecimientos o urgencias comunes y cotidianas en toda la geografía mexicana. Ahora, si consideramos que el estado de Chiapas es de las entidades más empobrecidas, marginadas y olvidadas -aunque los gobiernos celebren lo contrario-, la situación se vuelve más dramática, desgarradora y mortificante.

Con motivo del asesinato del hijo del escritor y poeta Javier Sicilia, y de la convocatoria a marchar y manifestarse en México y en el extranjero, los días 5, 6, 7 y 8 de mayo, muchas inconformidades actuales y acumuladas encontraron en este llamado, una oportunidad para recordar denuncias y demandas, un espacio para hacerse presentes y acuerparse, el momento apropiado para el acompañamiento comprometido, una buena ocasión para transmitirse calor y confianza.

Con las protestas, expresadas durante las marchas y manifestaciones, quedó claro que la inconformidad por el malestar social no es pequeña, que por todas partes son miles y miles los que ya están decididos, con todo, a participar para construir y obligar a cambios positivos y definitivos en la sociedad que hasta hoy sufre y soporta.

Los gobernantes de todos los tamaños y peso, están obligados a reaccionar conscientemente, de manera favorable y de inmediato. Ya no son un asunto menor las marchas pacíficas que enseñan, exigen y emplazan, en la mayoría de los estados del país y en ciudades importantes del mundo, como Barcelona, Madrid, Paris, Berlín, Roma, Milán, Venecia, Nueva York, Rio de Janeiro, Buenos Aires y tantas otras, aquí y allá, donde se evidencia que existen sentimientos y ánimos de solidaridad, pero que por hoy, no hubo condiciones para expresarlas.

Nuevamente se debe notificar e insistir. Ante tantas reclamaciones sociales, autoridades y ciudadanos, urge que aprendamos a ver bien, a leer despacio pero con prisa, a entender con claridad y participar con responsabilidad, con lo que tengamos y en la medida de nuestras capacidades, pues podríamos estar ya en los límites de lo incontrolable, en la frontera de la ingobernabilidad, en un ambiente inequívoco de guerra civil, muy próximos a acciones y reacciones donde quienes nada tienen arriesgarán eso, y aquellos que más poseen, verán peligrar todo lo que disfrutan. Están avisados.

Los gobernantes mexicanos, hoy se inquietan por inercia y dan muestras torpes de ocuparse irracionalmente, sin talento y tino, de la delincuencia organizada y desorganizada que hoy flagela y atemoriza al país entero. Apenas y con dificultad, han medio aprendido a contabilizar, pero no entienden las dimensiones de los 40 mil muertos que llevan –que seguro son más- provocados por sus irresponsabilidades, ineptitudes o insensateces. A la velocidad que van y de sostener su empeño, al concluir este gobierno es de esperarse que su mayor logro bien se ejemplificará con alrededor de 70 mil muertos –más cadáveres que en combates y guerras de algunas naciones-, miles de huérfanos, miles de padres y madres sin hijos, miles de viudas, miles de lisiados, miles de recuerdos tristes y miles de vidas que pudieron haber sido útiles para el desarrollo social favorable de los mexicanos.

A los gobiernos de todas las latitudes, desde sinvergüenzas regidores, síndicos y presidentes municipales, hasta el amo y señor de la “Residencia Oficial de Los Pinos”, es pertinente invitarles a un razonamiento elemental: si hoy ellos, apoyados con todos sus recursos económicos, humanos y materiales, no han podido detener, controlar y eliminar a las bandas de delincuentes, junto con el nivel de violencia que propician sus enfrentamientos por negocios y dinero, ¿qué harán, cuánto expondrán y qué probabilidades de éxito tendrán, cuando los millones de mexicanos en pobreza extrema logren organizarse plenamente y liberen toda esa energía social y creatividad adormecida, en busca de comida, trabajo, salud, vivienda, educación, democracia y la justicia social que llevan décadas reclamándola todos los días, de diversas maneras y en idioma entendible?.

Las marchas realizadas en el país y el extranjero los días 5, 6, 7 y 8 de mayo, desde ningún ángulo resultan pequeñas, intrascendentes o inentendibles, habría que calibrarlas adecuadamente, dimensionarlas con exactitud, comprenderlas con premura y aprovecharlas con responsabilidad. Podríamos estar ante un nivel de expresiones sociales organizadas, tal vez muy pocas veces vistas, que ya dibujan y adelantan lo que está por venir, irremediablemente, lo que algunos vienen avisando y urgiendo en todo momento, lo que se necesitaba desde hace mucho: que los pequeños y grandes malestares sociales diseminados por el país, en las áreas urbanas y rurales, acumulados y en gestación, propiciaran la coyuntura y condiciones para encontrarse, identificarse, vertebrarse , decidir caminar juntos y unirse en una lucha común que convoque, organice, oriente, cuide el rumbo, enfrente, defienda y construya una sociedad justa, responsable y verdaderamente humanizada.

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