No
es fácil substraerse a lo que diariamente hace más ruido, aunque
sea basura; y es difícil no extraviarse en lo intrascendente, aunque
resulte obvio. Ambas posiciones, al final, hacen que lo importante
pase inadvertido, que no se le mencione y mucho menos se le
cuestione, denuncie y exhiba. Todos quienes de alguna forma es su
obligación o tratan de estar pendientes, por afición, de lo que
acontece en el ámbito local, estatal o nacional, en lo político,
económico o social, es de su incumbencia no dejar que algo escape a
la observación, al análisis y a la propuesta. Aunque resulten
participaciones modestas, siempre habría que intentarlo y moverse
en esta dirección; con responsabilidad celosa, sentido crítico y
agudeza visual. Comportarse de otra manera termina ayudando a la
autoridad irresponsable, al funcionario abusivo, al politiquero, al
empresario insaciable, al ciudadano apático, al religioso cómplice,
al delincuente metido a político y a todos quienes viven de los
demás y pisoteando a ellos.
Algo
sobre la educación pública. En las últimas semanas, la
sociedad ha sido testigo de cómo el Estado mexicano, otra vez y
periódicamente, como una constante, le viene fallando a sus
gobernados respecto al derecho constitucional que ellos tienen de
contar con una educación pública suficiente, científica, crítica
y gratuita, en todos los niveles educativos y en todo el territorio
nacional. Si hacemos cuentas ya suman millones las personas que en
este país no tienen acceso a la educación, cuya obligación de
proporcionarla y garantizarla es del Estado. Los servicios
educativos, empezando por el nivel preescolar, primaria, secundaria,
preparatoria y terminando con las universidades en este país, son
desde hace mucho y cada vez más: insuficientes, de mala calidad, y
por si hiciera falta, la cuestión tiende a empeorar, mientras
paralelo a ello y a ritmo parecido, el comercio atractivo con la
educación privada, enraíza a fondo, crece, se fortalece y florece
como un negocio más en esta sociedad, solamente sujeto a las leyes
de la oferta y la demanda, a la compra-venta, nada más. La ganancia
como única inspiración en este quehacer, generalmente, divorciado
de compromiso social, de profesionalismo real y de probado servicio
a la comunidad. Con la formación que hoy reciben los profesionistas
egresados, primero piensan cómo hacerse ricos o cómo vivir fácil y
rodeados de comodidades, sólo eso y casi nunca se cuestionan sobre,
cómo cumplir con su deber: buscar ser útiles socialmente.
Es
evidente que al igual que en los otros aspectos de la vida nacional,
también en el renglón educativo se presenta y padece una crisis
profunda y generalizada, una infraestructura educativa en rezago,
malas condiciones y abandono; mobiliario y equipamiento deficitario
y obsoleto; recursos humanos insuficientes y generalmente sin la
formación y actualización continua, aunque eso sí, cargada de
retórica y simulaciones; y grupos de presión que comportándose
como verdaderas mafias, viven distraídos y en lucha permanente por
defender y acumular poder al interior de los centros educativos y en
las instituciones federales y de los estados que deberían de hacer
valer las normas y la consecuente operatividad satisfactoria en todo
el sistema educativo mexicano. Un sistema nacional en manos de un
gobierno exclusivamente preocupado por los perfiles profesionales que
la iniciativa privada necesita o demandará a futuro, para
incrementar cada vez más sus ganancias; una autoridad olvidada que
la educación debe servir, antes que otra cosa, para formar mujeres y
hombres útiles a la sociedad, cuyos conocimientos y habilidades
puestas al servicio de la misma, se conviertan en la bujía y brújula
necesarias para la construcción y fortalecimiento de una sociedad
satisfecha y en armonía. Compromiso social que gobierno y sociedad
necesitan para transformar todo en una realidad humanamente
civilizada, placentera, donde cada uno tenga lo necesario para vivir
bien, donde todos cumplan con su deber.
Algo
sobre la educación privada. Mientras la educación pública en
México la desplazan en “silla de ruedas”, la educación privada
se mueve en lujosos vehículos automotores, yates o en aeronaves
particulares. Hace más o menos 35 años, en el país no se conocía
ni se escuchaba hablar tanto de ofertas de escuelas privadas, hoy en
cualquier ciudad mexicana, por pequeña que esta sea, ya se ofrece
educación básica, media superior y universitaria, privada no
pública. De esta manera se hace evidente que faltan jardines de
niños, primarias, secundarias, preparatorias y universidades con
licenciaturas y posgrados, que atiendan las justas demandas de
niños, jóvenes y adultos. El gobierno está faltando, casi
criminalmente, con su obligación constitucional. Cada vez que inicia
un nuevo ciclo escolar, se pone más de manifiesto que la crisis en
todo el sistema educativo mexicano, es una realidad cada día más
grave. Esta crisis también nos deja ver que el incumplimiento en
la educación pública es la madre de la educación privada,
cuyos beneficiados directos, frecuentemente, resultan ser
funcionarios, ex funcionarios o familiares de las autoridades
responsables del déficit o desastre en la educación pública. Los
incumplimientos constitucionales en materia de educación pública,
estimulan y alimentan, directamente, el nacimiento y desarrollo
exitoso del ahora gran negocio de vender y comprar educación
privada: privada de todo, incluido compromiso social y vergüenza,
casi siempre.
Para
que este asunto de la educación pública y privada no se quede en
una reflexión insípida, o lo que es peor, extraterrestre, conviene
ilustrarlo con algunos detalles que se presentan en el municipio de
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Aquí en la ciudad, hasta se
puede presumir el hecho de que ante la irresponsabilidad
gubernamental de garantizar educación pública y de calidad,
suficientes, ya el sector privado oferta y en mucho, educación
preescolar, primaria, secundaria, preparatoria y universitaria, con
licenciaturas y posgrados, que dejan bastante para decir y desear, de
donde lamentablemente, al final se ven egresar, periódicamente, a
cientos y cientos de jóvenes, mujeres y hombres, que luego después
se dedican a desempeñar cualquier actividad para poder medio
sobrevivir. Profesionalmente, casi nunca ponen en práctica los
conocimientos adquiridos y mucho menos, ellos por sí mismos,
intentan buscar la manera de, cómo esas capacidades y habilidades,
cultivadas y adquiridas, pudieran ser útiles para concebir y
desarrollar una sociedad consciente de sus derechos y obligaciones;
justa, participativa, satisfecha y en paz.
Crisis
y desastres se dibujan y pintan en la educación mexicana, por todos
lados y en los diferentes niveles educativos, y todo está condenado
a persistir y empeorar, mientras el injusto e inhumano sistema
político y económico actual siga en lo mismo, en desarrollo y
reproduciéndose, criminalmente. Nada de todo lo que sucede en la
educación es casual. A los gobiernos mexicanos, por sus hechos, no
les interesa una sociedad que desarrolle sus capacidades
cognoscitivas, críticas y propositivas, consciente y comprometida.
Lo ven como un gran riesgo a su sobrevivencia y reproducción. Ellos,
los gobernantes de hoy, necesitan mayorías ignorantes, empobrecidas
en todos los aspectos humanos, apáticos y potencialmente
manipulables. Que no aprendan a ver más allá de lo inmediato; que
sean insensibles al sufrimiento humano; que no entiendan de
solidaridad; que les distraiga lo individual y no aprendan a valorar
lo común; que sepan sólo obedecer y jamás se les ocurra aprender a
mandar; que cumplan, no que piensen; y para redondear todo, que a
las injusticias y sufrimientos terrenales, no le anden buscando
explicaciones humanas, sino justificaciones celestiales,
intromisiones divinas. Que se contenten y conformen pensando que el
que aquí sufra, en el más allá gozará. Que si aquí les
correspondió el infierno, allá les espera el paraíso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario