Piensa, Prensa y Pega.

18 de septiembre de 2013

Reflexiones y Precisiones



Productos milagro. Como si eso fueran la Reforma Educativa, la Reforma Energética y la Reforma Hacendaria, las viene ofreciendo al pueblo mexicano el gobierno de Enrique Peña Nieto; y la mayoría de los actores políticos, sociales y religiosos, callan en lugar de asumir una actitud responsable, ante tanto engaño y manipulación. Los senadores y diputados federales, pudiendo hacer mucho, únicamente buscan cómo sacarle raja a las propuestas del Ejecutivo Federal. Los partidos políticos, que bastante también podrían hacer para frenar o enderezar las decisiones del gobierno, prefieren volverse comparsas del control; muchas organizaciones sociales callan y esperan el momento para cobrar; y las jerarquías religiosas de todas las denominaciones, hacen su máximo esfuerzo, como siempre, para congraciarse con dios y el diablo.



La Reforma Educativa que propone Enrique Peña Nieto, no está concebida para enseñarle a los mexicanos a participar, preparada y conscientemente, en la transformación de esta sociedad llena de injusticias sociales; la reforma no está pensada para formar hombres y mujeres con amplio sentido de responsabilidad y solidaridad social; la reforma no está diseñada para dar forma a mujeres y hombres nuevos, críticos, propositivos y comprometidos con su realidad social; la Reforma no está planteada para que los mexicanos aprendamos a pensar, a discernir; está planteada para reforzar el miedo al castigo, al más puro estilo de la doctrina conductista que tanto ha afectado los procesos de educación en el mundo. La Reforma Educativa procreada por Peña Nieto, no pretende para nada despertar la enorme energía social que ha permanecido adormecida, por décadas, en las ciudades y campo mexicanos, no, es algo mucho muy pobre que únicamente busca el control político, laboral y administrativo de los trabajadores de la educación y abaratar el costo económico que para ellos tiene esta obligación constitucional y, de pasada, mermar las capacidades organizativas y propositivas de los trabajadores más conscientes del magisterio del país.



La Reforma Energética peñista que se presenta como la panacea que les permitirá “mover a México”, pronto se verá que no es para mover, sino para “joder a México”. La experiencia que el pueblo de México ha tenido, posterior a la nacionalización de la industria petrolera, nos dice que en lo fundamental, no resultó como originalmente se esperaba. No ha incidido, en los términos que ha necesitado el desarrollo nacional; no se ha traducido en mayor bienestar social para sus dueños (la mayoría de mexicanos empobrecidos); no ha sido útil para ayudar a detonar otras actividades productivas que diversifiquen el ingreso de los ciudadanos; no ha contribuido –como bien es posible- a generar riqueza social. La industria petrolera Nacionalizada, mayormente, sólo ha servido para extraviar más a los gobiernos, hacerlos más corruptos; para volver inmensamente ricos a los líderes sindicales; y para alimentar toda una corrupción institucionalizada, en una empresa pública que hoy presentan como “quebrada”, a la que nos dicen que sólo puede salvarse, si se permite la participación de capital privado en la explotación de este recurso natural no renovable. Si esta industria mexicana está “quebrada” y no promete ganancias, ¿cómo está eso de que cambiarán la ley para compartir utilidades?, ¿por qué atrae tanto a los inversionistas privados, mexicanos y extranjeros? La Reforma Energética peñista, esencialmente, no es para aprovechar correctamente una riqueza de los mexicanos, no, es para beneficiar en mayor medida a quienes la usufructuaban desde antes de su nacionalización, los extranjeros. Es “avanzar” hacia atrás.



La Reforma Hacendaria, contrario a lo que el pueblo de México necesita, no es para recaudar mayores impuestos con los que más tienen o perciben, y con ello llevar beneficios sociales suficientes a los más empobrecidos de este país. La Reforma Hacendaria, por ningún lado se ve que esté pensada y hecha para servir de apoyo a los más débiles y desamparados. Más temprano que tarde, ya veremos que la Reforma Hacendaria de Enrique Peña Nieto conducirá a peores condiciones sociales de la población más olvidada, y para nada, significativamente, mermará las riquezas de los poderosos. La Reforma sólo terminará por acomodarle más carga a los que más han cargado siempre, los pobres. A los más ricos, el gobierno se encargará de garantizarles los privilegios fiscales acostumbrados; y a ellos, la clase política en el poder, les permitirá volverse más ricos y poderosos. Esta reforma no es para distribuir mejor el ingreso, no, es para repartir mayores pobrezas entre los más pobres.



Los productos milagro, las reformas, que hoy promocionan a todas horas los medios de comunicación, sin duda, no están pensando prioritariamente en el bienestar social de los mexicanos. Las inspiran y mueven el hambre insaciable de más dinero y poder para los gobernantes, quienes buscan asegurar su existencia y reproducción, a escala ampliada, promoviendo una población sumida en la ignorancia, apatía y desorganización. Una sociedad a la que la Reforma Energética le restará capacidad económica para promover y apuntalar, por sí misma, el desarrollo igualitario que necesita. Desarrollo social no desarrollo individual. Una sociedad donde los impuestos sirvan, en algo, para igualar, no para profundizar en las desigualdades e injusticias crónicas.



Cocidas o crudas, completas o a medias, de golpe o en tramos, las reformas que Enrique Peña Nieto ha puesto sobre la mesa, por lo que ya se viene observando, las terminará imponiendo al precio que sea. A excepción de los miles de trabajadores de la educación y otras organizaciones sociales que se le han sumado, parece que nadie más manifestará su desacuerdo a los planes de entrega y atropellos que mueven al gobierno peñista. El futuro que se ve venir para el pueblo mexicano es de más insatisfacciones y pobrezas, peor educación, mayor desempleo y sufrimientos. Incremento en la inseguridad en todas sus formas, incertidumbre, fundada para la sociedad mexicana y la preocupación constante de que en cualquier momento puede surgir la represión oficial, como respuesta a alguna inconformidad social organizada.

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