IGNORAR,
DESGASTAR, DIVIDIR, DESPRESTIGIAR Y ACHICAR. Con este
tratamiento oficial e institucionalizado, tienen que lidiar los mexicanos
diariamente, cuando manifiestan con firmeza sus insatisfacciones, injusticias,
quejas hacia promesas incumplidas, hacia provocaciones cínicas, hacia las
burlas convertidas en políticas públicas y los atropellos de las autoridades de
este país. Se piense lo que se piense, ya la realidad social cada día emite
más señales de no aguantar más. La inconformidad de las mayorías hacia el
gobierno, en el campo mexicano, ya es a cualquier hora del día y diariamente,
lo mismo en el norte que en el sur de México. El malestar social cada vez más
radicalizado, de los habitantes de las pequeñas y grandes ciudades, se ha
vuelto una constante que se ve, se escucha y ya adquiere visos de una muy
sufrida costumbre. Y lo más grave y lamentable en todo esto, es que ninguno de los actores
políticos decisivos pareciera que se da cuenta: los que más, ven bien, escuchan
con aparente interés, pero no alcanzan a dimensionar correctamente. Nadie
imagina que un muy probable estallido social, generalizado, lo vienen incubando
ellos, desde hace ya muchos años, con su ceguera, sordera e insensibilidad
social, convertidas en POLÍTICAS PÚBLICAS.
Con cada nuevo
gobierno, inventan nuevos parches. Sí, cada vez
que llega un nuevo presidente de México y le da por elaborar y presentar lo que
él llama “Plan Nacional de Desarrollo”, les dice a los mexicanos que ese
“Plan” trae los remedios para todos sus males. Les promete a los
habitantes del país que su “Plan” eliminará las miserias del campo y las
ciudades. Les ofrece que su “Plan” echará los maltratos y las
indiferencias; y a gritos y frente a enormes concentraciones humanas, llenas
de mujeres y hombres, garantiza: DEMOCRACIA, JUSTICIA SOCIAL,
HONESTIDAD, TRANSPARENCIA, COMBATE A LA CORRUPCIÓN Y LIBERTADES PLENAS. Pasan
sus seis años y lo de siempre: un fracaso más, un saqueo más, un sufrimiento
más, una decepción más; una mentira más que vuelve más rico al poderoso y aún
más miserable al pobre.
No se recuerda otro escenario
social parecido, cuando menos en los últimos 44 años. Quién podría decirnos
y con qué argumentos tangibles y de peso humano, que hoy los mexicanos son más
felices que hace 50 años, que su bienestar es superior. Nadie, incluyendo a los
“defensores de oficio” de las autoridades de la federación, el estado y los
municipios. Nadie está en condiciones de desmentir que hoy en la sociedad
mexicana, se padece mayor desempleo, se sufren más enfermedades, se padece más
hambre, es mayor la dificultad para ingresar a la educación pública en todos
sus niveles, es mayor la inseguridad laboral, es mayor la inseguridad pública,
son mayores los abusos de las autoridades, son mucho mayores las dificultades
para adquirir una vivienda. ES MÁS DIFÍCIL VIVIR Y MÁS FRECUENTE,
SOBREVIVIR.
El presente es
sumamente difícil para la mayoría de las y los mexicanos, y el futuro,
absolutamente incierto. Lo más claro es que la situación
económica, política y social en general, tenderá a empeorar. Siempre, de
construir los cimientos para que el bienestar de los mexicanos se complique aún
más, es de lo que se han venido ocupando los gobiernos de los últimos 44 años,
mínimamente. Se han dedicado a mal vender, hipotecar o aprovechar,
irracionalmente, los recursos naturales y todo lo que significa el patrimonio
del pueblo de México. Se han olvidado, peligrosamente, del campo y los
campesinos: producción, productividad, vocación de suelos, alimentos,
autosuficiencia alimentaria, economía familiar, entre otros muchos aspectos que
pueden asegurar un desarrollo social y humano, aceptable, sólo existen en
los discursos alegres de los políticos en campaña.
En el aspecto de
LA DEMOCRACIA, en su forma, con suma dedicación se han empeñado
en hacer parecer que los ciudadanos tienen garantizada una participación cada
vez mayor, pero en los hechos, amarran todo tipo de mecanismos legales e
ilegales, para seguir con el control de las decisiones, promoción y votaciones;
en los miles de municipios, en todas las entidades federativas y, por supuesto,
en las instancias formales y reales donde se decide el nombramiento de las
autoridades, desde un Ayuntamiento, hasta el presidente de la República.
Desde hace más de 40 años, se
puede decir que los ciudadanos tenían mayor participación en el nombramiento y
desempeño de sus ayuntamientos. Los ediles veían más por el bienestar de la
colectividad y menos por sus intereses familiares o de grupo. Hace poco más de
40 años, ser miembro de un Ayuntamiento era una enorme responsabilidad, hoy
sólo se entiende como una excelente oportunidad para salir de pobres o para
volverse más ricos, y a la vez, tejer compromisos y complicidades para que,
posteriormente, un familiar o amigo continúen en los cargos públicos que
posibilitan el manejo de recursos del pueblo, en la total opacidad y absoluta
deshonestidad. Así es y no de ahora. Así es y todo empeora.
NO ES CIERTO que
los gobiernos trabajen para que los ciudadanos mexicanos tengan mejores
condiciones de vida y para la muerte. Los hechos nos dicen lo contrario. A
diferencia de hace décadas, hoy un jefe o jefa de familia tiene que trabajar
más para medio poder resolver sus necesidades básicas de alimentación, vestido,
educación, salud y vivienda, principalmente; antes bastaba con que el padre
desarrollara su trabajo con regularidad; hoy, el padre ocupa hasta horas
extras, trabaja la madre y de alguna manera buscan empleo todos los miembros de
la familia, y la mayoría de las ocasiones, ni en estas condiciones se puede
decir que logran vivir mejor que como lo hicieron los abuelos o bisabuelos. Así
de claro, así de simple.
Ya está
suficientemente claro que la realidad social mexicana, empeora; ya está claro
que desde hace más de 40 años, los gobiernos vienen tomando decisiones
contrarias a los intereses de las mayorías de México; ya está claro que los
gobiernos trabajan decisivamente para convertirnos en empleados, mal pagados,
del capital financiero internacional; ya está claro que el sistema económico y
político mexicanos, únicamente tienen capacidad para producir miserias,
atropellos, sufrimientos, engaños, desigualdades y excesivos rencores que se
acumulan de manera constante y peligrosa. YA ESTÁ CLARO QUE URGE UNA RESPUESTA,
ORGANIZADA Y CONTUNDENTE, POR PARTE DE TODOS AQUELLOS QUE NO SON GOBIERNO. Y A E
S T Á C L A R O.
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