Piensa, Prensa y Pega.

30 de julio de 2014

Reflexiones y Precisiones



Urge cambiar este país de injusticias, desigualdades, explotaciones y sufrimientos en todas sus formas imaginables. Si nuestro deseo por cambiar este país es verdadero, tenemos que iniciar con esfuerzos decisivos, principalmente, en la educación, organización y compromisos; desde la comunidad, el barrio, la colonia; desde la familia misma, donde ésta se encuentre y con urgencia extrema. Por donde nos fijemos, la situación social del país ya no soporta más. Insatisfacciones en los servicios educativos, que son obligación constitucional del gobierno mexicano proporcionarlos de manera suficiente y gratuita al pueblo de México, que se incumplen cada vez más, con el costo que ello tiene en la formación de las nuevas generaciones que habrán de trabajar, para orientar y darle un rumbo justo al futuro de esta nación. Insatisfacciones dolorosas en todo el sistema de salud mexicano, hasta en sus aspectos más elementales, ya desde hace años y cada vez con mayores costos de vidas humanas, de niños y ancianos, mujeres y hombres, que están pagando las consecuencias de sus autoridades insensibles, ignorantes o irresponsables, socialmente hablando. Un sistema de salud que a las enfermedades curables las ha convertido en incurables; y a las incurables, en verdaderos infiernos terrenales, que cada vez son más frecuentes y que se multiplican escandalosamente.

Urge cambiar este país de injusticias, desigualdades, explotaciones y sufrimientos en todas sus formas imaginables. Por donde nos fijemos, ya la situación social del país no soporta más. Insatisfacciones e insuficiencias en cuestiones de EMPLEO, cada vez más agobiantes y de absoluta indefensión tienen que afrontar y vivir, como una constante, la fuerza de trabajo mexicano, por las condiciones al interior del trabajo mismo y por el tamaño de la demanda laboral. A diferencia de lo que sucede en  sociedades civilizadas y justas, en México, el trabajo no se disfruta, se padece, y esto resulta sumamente grave en la producción de satisfactores humanos y materiales: únicamente se presenta en sociedades con evidente retroceso o descomposición acelerada, lamentablemente. El colmo, ya no es garantía para un empleo bien remunerado y acorde al perfil profesional que se ostenta, el que se tenga estudios universitarios con licenciatura, maestrías o doctorados. El desempleo en México azota por igual a toda la fuerza de trabajo: desde el que no sabe leer y escribir, hasta aquél que ha hecho grandes esfuerzos por viajar al extranjero para prepararse y regresar a su patria a trabajar por su país y su familia. Pobres o ricos, hoy deambulan en busca de empleo. El pobre padece hambre y frustraciones; el rico, lo resuelve temporalmente, con la ayuda de papi y mami, pero con cargo al pobre, tristemente para los que siempre han tenido poco o nada. Este rumbo toma el EMPLEO en México y todo tiende a empeorar, sin que el gobierno haga esfuerzos certeros y significativos para evitarlo.  El desempleo y subempleo por todo el territorio mexicano, constituye una dolorosa realidad que sacude y castiga a jóvenes y adultos, hombres y mujeres que deben padecer las consecuencias del fracasado modelo económico, que aun con todo, los malos gobernantes se empeñan en continuarlo, argumentando que es el correcto y que puede dar más.

Urge cambiar este país de injusticias, desigualdades, explotaciones y sufrimientos en todas sus formas imaginables. Por donde nos fijemos, ya la situación social del país no soporta más. LA VIVIENDA para el pueblo mexicano, de ninguna manera está garantizada, como debiera suceder. En los países civilizados y justos, con gobiernos socialmente responsables, la vivienda para todos es una prioridad convertida en política pública, mientras hoy en México sólo es un jugoso negocio más para los empresarios, para las entidades financieras, para los politiqueros, para todos ellos, en mayor o menor medida. A todos les va bien, menos a las mayorías olvidadas de asegurarles una vivienda accesible y digna para vivir. Ahora en México, cuando bien les va a los ciudadanos y alcanzan alguna vivienda, se les convierte en una muy pesada carga, antes que en una permanente satisfacción para el disfrute y bienestar familiar. LA CUESTIÓN VIVIENDA, para los habitantes de este país, está muy lejos de resolverse de manera justa y generalizada. Ni siquiera es una preocupación verdadera del gobierno, nunca lo ha sido y jamás ha existido un trabajo que se ocupe de crear las condiciones económicas, materiales y sociales, para que en este país, en el corto, mediano o largo plazos, se garantice a todos por igual y en condiciones  favorables, el acceso seguro a una vivienda digna. VIVIENDA funcional, NO JAULAS y casi siempre de mala calidad. ¿Cómo habrá una sociedad satisfecha, productiva socialmente y feliz, si ni siquiera posee un piso y un techo propios?

Urge cambiar este país de injusticias, desigualdades, explotaciones y sufrimientos en todas sus formas imaginables. Por donde nos fijemos, ya la situación social del país no soporta más. LA SEGURIDAD PÚBLICA en toda la República Mexicana, ya transitó de ser una muy delicada preocupación a  una patología  social sumamente grave. Una enfermedad imposible de superar con cirugías menores, trasplantes o transfusiones. A gritos viene pidiendo desde hace mucho: cirugía mayor en sus órganos vitales, cuerpo y caras nuevas, y la terapia intensiva necesaria que asegure favorable evolución y pronto restablecimiento. LA INSEGURIDAD SOCIAL en este país,  contrario a lo que muchos pudieran pensar, no es un castigo divino, es resultado de las condiciones económicas, sociales, materiales y culturales, principalmente, en que ha surgido y se desarrolla la sociedad actual. Está engendrada, alimentada y condicionada por el sistema político y económico mexicanos, para quienes sus grandes prioridades son: LA GANANCIA, EL DINERO, LA ACUMULACIÓN, LA RIQUEZA, EL CAPITAL NACIONAL E INTERNACIONAL, no el favorable bienestar social, presente y futuro de los habitantes de este país.

La violencia y los altos niveles de criminalidad que se alcanzan por todo el territorio nacional, los que ya han adquirido comportamientos de costumbre, no son una cuestión a entender, torpemente, como un asunto de patrullas, municiones, armas, uniformes, chalecos, fornituras, “nuevas instituciones”, mandos únicos o vehículos blindados, son un asunto mucho más complejo y profundo. Tiene que ver con la educación, la salud, el empleo, la vivienda, la producción, los alimentos y la alimentación en el campo y las ciudades. Tiene que ver con los niveles de satisfacción o insatisfacciones que disfruta o padece una sociedad. Una sociedad sana, satisfecha y realizada, sin frustraciones de ningún tipo, es imposible que adquiera alguna enfermedad social incurable, que la conduzca a una descomposición acelerada, como la que ha adquirido y viene caracterizando a la población mexicana.

URGE UNA ACCIÓN O CONJUNTO DE ACCIONES, DE ABAJO HACIA ARRIBA, RAZONADAS Y ORGANIZADAS, QUE ECHEN DE ESTE PAÍS AL SISTEMA QUE ANTEPONE LA GANANCIA, EL DINERO Y EL CAPITAL; AL BIENESTAR Y LA FELICIDAD DE TODA UNA NACIÓN QUE LLEVA DÉCADAS DE INJUSTICIAS Y SUFRIMIENTOS.

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