Si el presidente de la República Mexicana, Enrique Peña Nieto, cumpliera con pulcritud sus responsabilidades
constitucionales; si los gobernadores de los Estados y el titular del gobierno
del Distrito Federal, asumieran, puntualmente, sus obligaciones legales; si los
2,454 ayuntamientos de este país (según el INEGI) ejercieran sus derechos y obligaciones de
municipios libres; y si en los ciudadanos se volviera costumbre DENUNCIAR,
EXIGIR, CUMPLIR Y ACOMPAÑAR a las autoridades hasta transformarlas
en BUENOS GOBIERNOS, el pueblo mexicano llegaría a ser,
con el tiempo, una sociedad con desigualdades menos pronunciadas, con justicia
verdadera, con índices de bienestar social menos
desgarradores, y con una DEMOCRACIA donde cada mujer y hombre sea ubicado,
socialmente, en el lugar que le corresponde. UNA SOCIEDAD HUMANAMENTE
SATISFECHA, MODERNA, EN PAZ Y EN DESARROLLO CONSTANTE: MENOS ENFERMA, FÍSICA Y SOCIALMENTE HABLANDO.
Dos, tres, cuatro o quién sabe ya cuántas décadas llevan los mexicanos escuchando sobre crisis y corrupción en
todos los frentes de la vida diaria. Crisis de credibilidad y confianza, de
la sociedad mexicana hacia sus instituciones. Crisis en el sistema de
seguridad pública. Crisis en la oferta y demanda de empleo. Crisis en
el sistema de salud mexicano, que cada día cumple menos
su función de mantener y procurar un pueblo sano y productivo. Crisis en
el sistema educativo de los y las mexicanas; cada vez más insuficiente en su infraestructura física, más insuficiente en recursos humanos, y más insuficiente en los recursos económicos destinados
a atender lo más preciado en cualquier sociedad: la
educación pública,
científica y gratuita, crítica y
comprometida, en sus niveles básicos y
universitarios. Una
educación que forme y comprometa al pueblo. Una educación útil para liberar y comprometer en la búsqueda de una sociedad satisfecha y en paz; no una
educación que limite la vista, deforme
pensamientos, cultive la insensibilidad y prostituya la conciencia, para luego
ayudar a maniatar, someter y explotar a mujeres, hombres, niños y hasta a los ancianos de todo un pueblo.
Sobre crisis y corrupción, han escuchado y vivido los ciudadanos mexicanos durante casi 50
años. Crisis en el sistema de justicia mexicano, cada día más parecido a un mercado donde se compra y vende, y más alejado de su responsabilidad toral: cuidar de la estricta observación, cumplimiento y aplicación de las leyes; igualar a todos frente a la ley;
promover y procurar orden, armonía y
desarrollo para todos; no
desarrollo donde una minoría vive feliz, trepada sobre las espaldas de una mayoría sobreviviendo
en la miseria.
Crisis generalizada es la que se ha visto nacer, crecer y
multiplicarse, durante casi medio siglo en México. Nada y
nadie, socialmente hablando, escapa de esta situación que día a día amenaza con empeorar y lastimar, aún más, al tejido social, donde ya son una constante las lamentaciones y
los sufrimientos. Una sociedad cada vez más enferma
y menos atendida es la que vemos diariamente. UN PACIENTE EN FASE TERMINAL, es lo que en mayor o menor medida, no
queremos aceptar que ya tenemos en casa, y mucho menos, pareciéramos estar dispuestos a asumir la parte de responsabilidad que nos
corresponde. No importa, tarde o temprano, la crisis generalizada terminará por colocar a cada quien en el lugar que se ha ganado. Nada nuevo, así ha sido siempre, y de ello, la historia está llena de
hechos, ejemplos transparentes y enseñanzas valiosas.
Mayormente, todos somos culpables de la
crisis y EMERGENCIA NACIONAL por la que hoy transitan los mexicanos. Independientemente del trabajo
que realizamos y el lugar donde nos encontremos, si revisamos bien: mucho o
algo hemos dejado de hacer; mucho o algo hemos permitido que se haga; de
mucho o de algo hemos sido cómplices, del agravamiento en las
condiciones de vida de la sociedad mexicana. Por supuesto, la culpabilidad no es la misma en el que
ha sido gobierno y se ha enriquecido de manera escandalosa, que en el
que, previa cuota, ha ayudado a mentir o minimizar; a deformar o
a esconder; a convertir en casi dioses a simples mortales, hombres y mujeres
enfermos por el poder y el dinero, para quienes no existe el BIEN COMÚN Y LA RIQUEZA SOCIAL, sino el interés personal y el enriquecimiento familiar.
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