La
reciente celebración, por todo México, del “Día
de la Niña y el Niño”,
puede ser una fecha propicia para intentar algunas “Reflexiones y
Precisiones” que ayuden en algo a que la sociedad y los gobiernos
se toquen el alma y aligeren el cuerpo. Para que con honestidad
revisen cuánto de lo que hoy hacen, en verdad contribuye
decisivamente, a la construcción de un buen presente y futuro para
las niñas y niños de este país, y cuánto de lo que el gobierno y
la sociedad emprenden, sólo son trivialidades y burlas frente a las
verdaderas necesidades y urgencias de las niñas y niños.
Organismos
internacionales, nacionales, estatales y municipales, cada uno en el
ámbito de su competencia, hace lo suyo y a su manera, lo que
considera apropiado para proteger y promover acciones a favor de las
niñas y niños. Encontramos que inician leyes, firman tratados
internacionales, convenios multinacionales, presentan programas y
proyectos de alcance mundial, regional, nacional y locales, en la
búsqueda de mejores condiciones económicas, materiales, naturales y
ambientales, entre otras, para que las niñas y niños vivan y se
desarrollen en situaciones óptimas, humanamente aceptables. Sin
embargo, hoy lo deseado y proyectado por todos los involucrados, está
muy lejos de lo logrado. En México, y más específicamente en el
estado de Chiapas, aún con todo, no se puede afirmar que las
condiciones en que vive la mayoría de los infantes, son más
favorables a las que afrontaban hace 30 años.
En
la república mexicana, con frecuencia las autoridades dicen que
están haciendo lo suficiente por las niñas y niños de este país;
sueltan cifras, proyectan imágenes e inducen testimonios, para no
dejar dudas de que se están conduciendo con certeza, claridad,
prontitud, esmero y eficiencia, pero no es cierto, la información
cotidiana y objetiva, demuestra que ni las superficialidades las
cubren todas y bien, mucho menos los aspectos de fondo y urgentes que
garanticen a los pequeños una vida plena y un desarrollo humanamente
aceptable, que corresponda al siglo XXI, a los avances científicos
en todos los campos de la humanidad.
La
difícil situación de las niñas y niños en México y Chiapas, si
la queremos conocer crudamente, tenemos que ir de abajo hacia
arriba, como debe ser, y no de la “Residencia Oficial de los Pinos”
a las populosas zonas residenciales de “Las Lomas” y “Polanco”
en la ciudad de México. Debemos ir de las decenas de miles de
comunidades rurales a los miles de barrios y colonias pobres en las
áreas urbanas de Chiapas, sería suficiente y bien ilustrativo, y no
quedarían dudas sobre lo que aquí se afirma. Desde luego, habría
que evitar las oficiales estadísticas engañosas, no dar cabida a
las cuentas y cuentos alegres de las autoridades que manipulan y
maquillan la verdadera realidad de la niñez en la entidad.
En
Chiapas, se cuentan por miles las comunidades donde las niñas y los
niños sufren de hambre, desnutrición severa y padecen enfermedades.
Donde no se atiende adecuada y oportunamente su salud, educación,
alimentación y todo aquello que los menores necesitan para vivir y
desarrollarse de manera plena, justa y digna. Niñas y niños en
condiciones civilizadas, a los que se les posibilite la armonía
familiar, el esparcimiento, la felicidad real y duradera, y no sólo
falsas alegrías temporales, que las autoridades utilizan para
fabricar escenarios de autocomplacencias oficiales, para “comprobar”
cuantiosos recursos financieros destinados a la niñez; para simular
a los de aquí, a los de allá y al mundo, que ellos se ocupan de
sus responsabilidades hacia las niñas y niños chiapanecos. Pura
farsa, discursos, saliva, espuma y palabrería que cada vez menos,
convence, sólo conforma y confunde.
En
Chiapas, todas y todos aquellos que no reciben dinero de los
gobiernos y quienes no andan coqueteando para que les de éste o el
que viene, saben bien y lo difunden, que las condiciones actuales y
para el futuro de las niñas y niños en Chiapas, no están y no
pintan nada bien. Hacen falta los instrumentos y medios elementales
para atenderles correcta y suficientemente, desde antes de que
ingresen a la educación preescolar, durante ésta y en los años de
la educación primaria, para empezar. Aunque las autoridades digan
lo contrario, en las áreas urbanas y rurales de Chiapas faltan
escuelas dignas, maestros, materiales de apoyo y el equipamiento
apropiado. La atención a la salud de las niñas y niños presenta
graves rezagos e insuficiencias lacerantes, y por donde se vea, son
evidentes las señales que indican escasez de alimentos y miserable
alimentación.
Si
todo lo dispuesto para la niñez de Chiapas en los últimos 30 años,
cuando menos, hubiera resultado exitoso, ya en la entidad estuviera
superado, mínimamente, lo relacionado a la educación, salud y
alimentación de las niñas y niños. Evidente y lamentablemente, hoy
la situación es peor que hace 30 años y tiende a dificultarse más:
son más las enfermedades curables martirizando y matando a los
pequeños, peor es la alimentación, y las condiciones en que se da
la educación, son las óptimas para conservar y reproducir a una
población ignorante, apática y presa fácil de la parasitaria clase
política y magisterial. Las cuestiones para con las niñas y niños
chiapanecos, del campo y las ciudades, van mal, y no se ve el
interés, verdadero e inteligente, de que los gobernantes deseen
encausarlo correcta y urgentemente.
La
celebración del “Día
de la Niña y el Niño”
en Chiapas y todo México, debiera servir para algo más que
frivolidades y griterío oficiales, debería aprovecharse para que
gobierno y sociedad razonen y se hablen con la verdad; que evalúen y
conozcan lo que está sucediendo con el presente de la niñez en
México, y qué futuro les espera. Concientizarnos de que vamos mal,
concluir qué hay que hacer y responsabilizarnos, sociedad y
gobierno, de las tareas colectivas urgentes por realizar. Sería un
crimen no hacerlo y a estas alturas, ya son muchos los criminales.
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