DÍA
DE LAS MADRES
Para
ti, ella y para quienes no se les valora, comprende y apoya, como se
debe.
En
este país, si revisamos a conciencia, nada cuesta concluir que nadie
se ocupa seriamente de las madres mexicanas y que, cuando mucho,
sólo el 10 de Mayo se acuerdan muy superficialmente de ellas: unos
les llevan serenatas; otros, los que pueden, las atiborran con
comidas, vinos, postres y toda clase de regalos; millones apenas se
dan tiempo para, por sólo “costumbre y tradición”, darle un
beso y un abrazo; muchos acuden a los cementerios a llevar flores,
veladoras, lamentos, lágrimas y recuerdos; pero nadie se detiene
este día para reflexionar sobre la enorme importancia de la función
social de la madre, la responsabilidad e injusticias que ellas
tienen que sobrellevar, soportar y resolver. De alguna manera, todos
y todas se acuerdan y celebran el “Día de las Madres”, pero
nadie hace algo –importante socialmente- en memoria de las que ya
no están, por las madres que hoy padecen y por las que en estas
condiciones, todavía vendrán a cargar y sufrir injusticias de todo
tipo.
En
la sociedad mexicana, hoy no sería ninguna exageración ni un
sentimentalismo del mes, aceptar y decir que a quienes más pega y
flagela la pobreza, el encarecimiento constante de la vida diaria, la
inseguridad en todas sus formas y la miserable atención a la salud,
es a las madres. Como siempre ha sido, afrontan lo que de
suyo les corresponde, pero además cargan con sufrimientos ajenos,
aquellos que directamente golpean a los hijos, hijas, nietos, nietas,
esposo y algún vecino(a) que se da a querer. La madre se
despierta y se duerme –cuando puede- pensando y pidiendo por los
otros, antes que por ella; la madre atiende a todos y al
final, si puede, se atiende ella. La madre, diariamente, de
día y de noche piensa y resuelve todo lo relacionado a la familia;
alimentación, vestido, educación y salud de quienes la rodean. Se
acepte o no, la madre, directamente, es ella quien atiende,
resiste y supera todas las cuestiones relacionadas con el hogar. Si
de este tamaño es el esfuerzo, la entrega, ocupación y
responsabilidad de una madre, resulta demasiado pobre lo que el resto
de la sociedad hace para “reconocer” su esfuerzo y contribuir a
aligerarle su carga y padecimientos. Muchos se excusan en el sobado y
tibio discurso de que “nada es lo suficientemente valioso para
poder agradecerte tanto. Pero el detalle es lo que cuenta”. ¡Vaya!
Si ella, al momento de entregar su vida, alma y corazón, por los
hijos, pensara lo mismo, ¡qué lejos estaríamos de nuestras metas
de vida!
Son
miles o millones de hogares mexicanos, donde hoy el padre no tiene un
empleo seguro, permanece desempleado o solamente percibe el “salario
mínimo”, no más de 60 pesos diarios para proporcionarle a la
madre y que ella atienda con esto, todas las necesidades de la
casa. En miles o millones de hogares mexicanos, con “nada” o con
el miserable “salario mínimo”, la madre da de comer a la
familia, cura al enfermo, cuida que todos asistan vestidos y limpios
a la escuela y se da tiempo para rezar por todos, para que regresen
sin golpes, sin heridas, completos, con vida… para que regresen.
Por todos estos hechos, muchas madres mexicanas, aun sin haber
cursado una licenciatura, bien podrían graduarse como doctoras en
economía o en desarrollo social. Con todo y esto, siempre tienen
fuerzas para regalarnos una cara linda, unas manos suaves que nos
sostengan el rostro cuando nuestras vergüenzas y fracasos nos
impiden ver el cielo. ¿Quién más hace tanto por los demás en esta
sociedad?, ¿quién más se conforma con indiferencias, con
desprecios, con tan poco… con nada?, ¿qué hijo o hija no recuerda
a una madre preocupada, resolviendo, afligida, sufriendo, implorando,
llorando, apenada o disfrutando a su manera?, ¿quién no recuerda,
quién no añora… quién olvida? ¿Quién nos entrega tanto aun
sin conocernos y, sobre todo, a pesar de conocernos?
A
las madres mexicanas no se les debe mucho, se les debe todo: para
empezar, no se les aseguran las condiciones apropiadas y no reciben
las atenciones justas y suficientes, durante el proceso de su
embarazo; no se les posibilitan las condiciones mínimas favorables
para que ellas puedan educarse, atenderse y cuidar de sus pequeños
hijos e hijas, cuando menos, durante los primeros días, semanas,
meses y años de vida de ellas y ellos. El Estado mexicano, más allá
de las formas y publicidad engañosa, en la verdadera realidad de la
mayoría de las mujeres mexicanas, la tienen en la total indefensión:
abandonada en su salud durante las diferentes etapas de su vida;
olvidada en lo relativo a su educación permanente -más allá de la
formal-, a la que tiene derecho; desamparada en todos los aspectos de
fondo y peso, que le puedan promover y propiciar tranquilidad,
esparcimiento, reposo, equilibrio emocional, superación personal y
la calidad de vida a la que también tienen derecho y que debería de
ser una obligación del estado mexicano, cumplir y garantizar sin
ambigüedades, simulaciones o limitaciones.
En
la república mexicana, a diferencia de otros tiempos, hoy vemos a
mujeres madres de familia como regidoras de algún Ayuntamiento,
presidentas municipales, diputadas, gobernadoras, senadoras,
secretarias de Estado, “primeras damas”, ministras de “justicia”,
“lideresas” y muchas como “poder tras el trono”, que pudiendo
hacer mucho –realmente trascendente, sin aromatizantes o
cosméticos- por las madres de este país, nada han hecho,
nada hacen, las traicionan y no se dan cuenta de que bastante podrían
hacer por los millones de olvidadas y desamparadas madres
mexicanas; las que directamente, más cargan y sufren el
encarecimiento de los servicios básicos, los alimentos, las
medicinas, las colegiaturas o aportaciones “voluntarias” en las
escuelas y todo aquello que surge a diario como necesidad urgente de
resolver, para luego llegar al día siguiente, con un alma recién
amanecida, el sol en la mirada, renaciendo de entre las cenizas que
le dejan decenas de pesadillas que les roba a los suyos, para que los
malos sueños no los perturben. El vigor de una madre al despertar es
tan inmenso como la furia de un volcán, aunque ya sepa de antemano
que ese nuevo día que inicia, será idéntico o peor al anterior.
Al
igual que sucede con los otros días del año, convenidos
para celebrar, donde los principales beneficiados son los
comerciantes, el día de las madres también se queda sólo en
comidas, regalos, ruidos, risas, recuerdos y promesas, hasta ahí;
nadie se cuestiona sobre cuánto se está haciendo correctamente
para que las madres puedan vivir y morir dignamente; a nadie se le
ocurre y menos intentan , siquiera, celebrar a las madres con
programas, proyectos y acciones de verdadero impacto social, que se
ocupen de las madres de hoy y prevean lo suficiente para las
madres del mañana; que las conciban y traten como sujetos, no
como objetos; como las madres, no como proveedoras; como las
madres, no sólo como vientres reproductores; como las
madres, las que cuidan y piden por todos y al último se atienden
ellas, las que sufren por todos y por ellas.
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