Piensa, Prensa y Pega.

9 de mayo de 2012

Reflexiones y Precisiones


DÍA DE LAS MADRES

Para ti, ella y para quienes no se les valora, comprende y apoya, como se debe.



En este país, si revisamos a conciencia, nada cuesta concluir que nadie se ocupa seriamente de las madres mexicanas y que, cuando mucho, sólo el 10 de Mayo se acuerdan muy superficialmente de ellas: unos les llevan serenatas; otros, los que pueden, las atiborran con comidas, vinos, postres y toda clase de regalos; millones apenas se dan tiempo para, por sólo “costumbre y tradición”, darle un beso y un abrazo; muchos acuden a los cementerios a llevar flores, veladoras, lamentos, lágrimas y recuerdos; pero nadie se detiene este día para reflexionar sobre la enorme importancia de la función social de la madre, la responsabilidad e injusticias que ellas tienen que sobrellevar, soportar y resolver. De alguna manera, todos y todas se acuerdan y celebran el “Día de las Madres”, pero nadie hace algo –importante socialmente- en memoria de las que ya no están, por las madres que hoy padecen y por las que en estas condiciones, todavía vendrán a cargar y sufrir injusticias de todo tipo.



En la sociedad mexicana, hoy no sería ninguna exageración ni un sentimentalismo del mes, aceptar y decir que a quienes más pega y flagela la pobreza, el encarecimiento constante de la vida diaria, la inseguridad en todas sus formas y la miserable atención a la salud, es a las madres. Como siempre ha sido, afrontan lo que de suyo les corresponde, pero además cargan con sufrimientos ajenos, aquellos que directamente golpean a los hijos, hijas, nietos, nietas, esposo y algún vecino(a) que se da a querer. La madre se despierta y se duerme –cuando puede- pensando y pidiendo por los otros, antes que por ella; la madre atiende a todos y al final, si puede, se atiende ella. La madre, diariamente, de día y de noche piensa y resuelve todo lo relacionado a la familia; alimentación, vestido, educación y salud de quienes la rodean. Se acepte o no, la madre, directamente, es ella quien atiende, resiste y supera todas las cuestiones relacionadas con el hogar. Si de este tamaño es el esfuerzo, la entrega, ocupación y responsabilidad de una madre, resulta demasiado pobre lo que el resto de la sociedad hace para “reconocer” su esfuerzo y contribuir a aligerarle su carga y padecimientos. Muchos se excusan en el sobado y tibio discurso de que “nada es lo suficientemente valioso para poder agradecerte tanto. Pero el detalle es lo que cuenta”. ¡Vaya! Si ella, al momento de entregar su vida, alma y corazón, por los hijos, pensara lo mismo, ¡qué lejos estaríamos de nuestras metas de vida!



Son miles o millones de hogares mexicanos, donde hoy el padre no tiene un empleo seguro, permanece desempleado o solamente percibe el “salario mínimo”, no más de 60 pesos diarios para proporcionarle a la madre y que ella atienda con esto, todas las necesidades de la casa. En miles o millones de hogares mexicanos, con “nada” o con el miserable “salario mínimo”, la madre da de comer a la familia, cura al enfermo, cuida que todos asistan vestidos y limpios a la escuela y se da tiempo para rezar por todos, para que regresen sin golpes, sin heridas, completos, con vida… para que regresen. Por todos estos hechos, muchas madres mexicanas, aun sin haber cursado una licenciatura, bien podrían graduarse como doctoras en economía o en desarrollo social. Con todo y esto, siempre tienen fuerzas para regalarnos una cara linda, unas manos suaves que nos sostengan el rostro cuando nuestras vergüenzas y fracasos nos impiden ver el cielo. ¿Quién más hace tanto por los demás en esta sociedad?, ¿quién más se conforma con indiferencias, con desprecios, con tan poco… con nada?, ¿qué hijo o hija no recuerda a una madre preocupada, resolviendo, afligida, sufriendo, implorando, llorando, apenada o disfrutando a su manera?, ¿quién no recuerda, quién no añora… quién olvida? ¿Quién nos entrega tanto aun sin conocernos y, sobre todo, a pesar de conocernos?



A las madres mexicanas no se les debe mucho, se les debe todo: para empezar, no se les aseguran las condiciones apropiadas y no reciben las atenciones justas y suficientes, durante el proceso de su embarazo; no se les posibilitan las condiciones mínimas favorables para que ellas puedan educarse, atenderse y cuidar de sus pequeños hijos e hijas, cuando menos, durante los primeros días, semanas, meses y años de vida de ellas y ellos. El Estado mexicano, más allá de las formas y publicidad engañosa, en la verdadera realidad de la mayoría de las mujeres mexicanas, la tienen en la total indefensión: abandonada en su salud durante las diferentes etapas de su vida; olvidada en lo relativo a su educación permanente -más allá de la formal-, a la que tiene derecho; desamparada en todos los aspectos de fondo y peso, que le puedan promover y propiciar tranquilidad, esparcimiento, reposo, equilibrio emocional, superación personal y la calidad de vida a la que también tienen derecho y que debería de ser una obligación del estado mexicano, cumplir y garantizar sin ambigüedades, simulaciones o limitaciones.



En la república mexicana, a diferencia de otros tiempos, hoy vemos a mujeres madres de familia como regidoras de algún Ayuntamiento, presidentas municipales, diputadas, gobernadoras, senadoras, secretarias de Estado, “primeras damas”, ministras de “justicia”, “lideresas” y muchas como “poder tras el trono”, que pudiendo hacer mucho –realmente trascendente, sin aromatizantes o cosméticos- por las madres de este país, nada han hecho, nada hacen, las traicionan y no se dan cuenta de que bastante podrían hacer por los millones de olvidadas y desamparadas madres mexicanas; las que directamente, más cargan y sufren el encarecimiento de los servicios básicos, los alimentos, las medicinas, las colegiaturas o aportaciones “voluntarias” en las escuelas y todo aquello que surge a diario como necesidad urgente de resolver, para luego llegar al día siguiente, con un alma recién amanecida, el sol en la mirada, renaciendo de entre las cenizas que le dejan decenas de pesadillas que les roba a los suyos, para que los malos sueños no los perturben. El vigor de una madre al despertar es tan inmenso como la furia de un volcán, aunque ya sepa de antemano que ese nuevo día que inicia, será idéntico o peor al anterior.



Al igual que sucede con los otros días del año, convenidos para celebrar, donde los principales beneficiados son los comerciantes, el día de las madres también se queda sólo en comidas, regalos, ruidos, risas, recuerdos y promesas, hasta ahí; nadie se cuestiona sobre cuánto se está haciendo correctamente para que las madres puedan vivir y morir dignamente; a nadie se le ocurre y menos intentan , siquiera, celebrar a las madres con programas, proyectos y acciones de verdadero impacto social, que se ocupen de las madres de hoy y prevean lo suficiente para las madres del mañana; que las conciban y traten como sujetos, no como objetos; como las madres, no como proveedoras; como las madres, no sólo como vientres reproductores; como las madres, las que cuidan y piden por todos y al último se atienden ellas, las que sufren por todos y por ellas.

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