Piensa, Prensa y Pega.

9 de marzo de 2011

Reflexiones y Precisiones

En el estado de Chiapas, sin temor a equivocaciones, los negocios con mayor tasa de ganancia y altas posibilidades de proyección política, están en los partidos políticos y en los 118 ayuntamientos. Ambas actividades, por sus prácticas y resultados, son excelentes y muy disputadas para hacer dinero con rapidez, sin invertir demasiados recursos económicos y, relativamente, con muy pocos riesgos, si se aprende a compartir de todo, si se obedece ciegamente y si hay disponibilidad plena para perder cualquier valor humano y toda vergüenza.

En Chiapas nadie ignora que los partidos políticos constituyen verdaderas franquicias adquiridas desde hace mucho o recientemente, por grupos políticos locales, amafiados nacionalmente, o familias que sólo les preocupa el beneficio particular, por encima del bien común, y el usufructo familiar, olvidando las necesidades colectivas. Bien conocidos son los nombres y apellidos que en el estado, las regiones y los municipios de Chiapas, ponen y disponen en cada uno de los institutos políticos, pero el gran dueño de las franquicias, -de la geometría política que se trate- lo es el gobernador en turno; él, premia o castiga, los aparece o desaparece, los promueve o los entierra.

En los partidos políticos chiapanecos, se comercia con cualquier cargo público disponible. Según la presencia y posibilidades del Instituto de que se trate, así es el precio y las probabilidades de éxito. En tiempos electorales, en los anaqueles partidistas encontramos: presidencias de comités directivos municipales, regidurías, sindicaturas, presidencias municipales, diputaciones locales, diputaciones federales, senadurías y gubernaturas. Todo tiene precio, nada escapa a la compra-venta.

Aunque parezca increíble, aun para el cargo más insignificante en un municipio, es necesaria la “bendición” del Comité Ejecutivo Nacional respectivo, del Comité Estatal, y desde luego, del palomeo directo o indirecto del gobernador en funciones. Así se escogen y tejen las subordinaciones y complicidades, que en el futuro permitirán buenos negocios con los cargos políticos; redituables transacciones con los recursos públicos; y prometedoras relaciones donde se trafica con el poder y se prostituye con dinero ajeno.

Cuando una persona logra adquirir algo de una franquicia, del color que sea, inician las condiciones reales para poder recuperar la inversión inicial. Si es en un municipio, poniéndose al servicio incondicional del Ayuntamiento, y al mismo tiempo impulsando negocios propios, por lo general ilícitos, si se tiene “iniciativa” y “actitud“. La fuente de riquezas y promociones, siempre será la complicidad y la sumisión. Cuando la franquicia permite desempeños estatales o federales, el éxito económico y político está asegurado, si se sabe estar a los pies y al alcance oportuno del señor gobernador, no hace falta más, salvo mantenerse siempre flojitos, atentos y con cara y cuerpo de satisfechos.

Negocios jugosos se acostumbran desde cualquier partido político, desde una regiduría, sindicatura, presidencia municipal, diputación local, diputación federal o senaduría. Corrupciones e impunidades generalizadas y profundas por todo Chiapas. Por lo general, cada 3 años el gobernador renueva sus cuadros y oxigena su ambiente para cuidar formalidades; acerca a pocos, desecha a unos, incorpora a otros y promete a muchos. De este modo, empuja y reproduce los negocios de diversos aromas, en los municipios y toda la entidad. Así se recuerda que ha sucedido desde hace mucho, no se observa que aminore, al contrario, se multiplican los abusos y saqueos de recursos públicos que propician riquezas mal habidas, acumuladas en bien identificadas familias, distribuidas por toda la geografía chiapaneca .

Quienes saben y pueden están obligados a decirlo claro y fuerte, en el Chiapas verdadero, no el que promueven por radio y televisión, con novelas, reportajes, promocionales lavacara y canciones, se está agudizando la problemática social, en el campo y las ciudades. Nadie parece poder o querer detener el abandono rural y urbano, el desempleo lastimoso, las miserias insultantes, los gritos de denuncia, las demandas de justicia, el hambre inocultable y todo tipo de desatenciones e insatisfacciones sociales. Hoy, los únicos felices son los gobiernos, sus empleados, los dueños o colaboradores de los partidos políticos, los empresarios o los socios sexenales de todos ellos.

La dramática situación social chiapaneca, lamentablemente, guarda condiciones altas de explosividad que la podrían hacer estallar en cualquier momento. Hay muchas inconformidades y rencores sociales acumulados durante décadas, alimentados permanentemente, de forma tal que, lo sucedido en 1994 con la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, serían “travesuras de pequeños”, comparado con lo que podría sobrevenir en Chiapas y tal vez en el país entero. Los campos están secos, ya son excesivas las cargas sociales explosivas, y a diario amanecen irresponsables sociales jugando con fuego, promoviendo y provocando.

El tejido social chiapaneco muestra signos de no aguantar más; cotidianamente se están emitiendo señales de protesta y auxilio; muy pocos parecen darse cuenta, y eso, tarde o temprano lo padeceremos todos, mayormente el que más tiene; quienes hoy cierran los ojos, voltean o aromatizan con dinero, la permanente descomposición social acelerada que se da y multiplica diariamente, en cualquier lugar y en todos los niveles.

Se comprenda o no, se puede decir con propiedad que a Chiapas la dibujan y colorean, bastante bien: corrupciones institucionalizadas, despojos, injusticias oficiales, impunidades, pobrezas, abandonos y jamás faltan los atropellos. Da la impresión que todo se enraíza y profundiza más, diariamente; que aunque se le vea, se le ignora; que no se le resuelve, si no se le complica; que no se le combate, si no se le cultiva; que no se le atiende, si no se le olvida.

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