SE LE DIJO. Doña
Lolita, a tiempo se le avisó. Si su deseo como madre era hacer de su
chamaco un buen político, había que cuidarlo desde un principio: separarlo de
las malas compañías; cuidarle las bolsas; amárrale las manos; cerrarle la boca;
abrirle los ojos; y no exponerlo en los lugares donde se le despierten sus
debilidades de varón; lástima, doña Lolita, Pancho
se excede en panchos, en público y
privado.
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