El
Órgano de Fiscalización Superior del Congreso del Estado de
Chiapas, por todo lo públicamente conocido,
es la institución encargada, prioritariamente, de lavar
y planchar la corrupción en que incurrió el
gobierno de Juan José Sabines Guerrero.
Queda ya claro que la decisión de borrar todas las evidencias
dejadas por Sabines Guerrero, es compartida por el gobernador Manuel
Velasco Coello, por el Poder Legislativo, por
los Senadores de la República, por los Diputados Federales y por los
“líderes” de los partidos políticos del estado y del país. Las
instituciones políticas y de gobierno, por lo que ya se ha visto,
acordaron con anticipación, solapar los abusos en que incurrieron
Sabines Guerrero y sus
colaboradores, seguramente a modo de pago por el apoyo económico y
político que “El güero” Velasco recibió durante la
administración de Juan José Sabines
Guerrero.
Si
no se presentan inconvenientes mayores,
todo apunta a que la administración de Sabines
(abusos de poder, ejercicio indebido del cargo, enriquecimiento
escandaloso, represión social, torturas ordenadas por él,
encarcelamientos injustos, persecuciones y todo el desparpajo y
desequilibrios con que se ocupó de la función pública), quedará
en la total impunidad. Manuel
Velasco Coello hasta hoy ha hecho nada para que se investigue y
aplique castigo. Nadie de los que debieran
pronunciarse fuerte y sin ambigüedades, cumple con su obligación, y
quienes lo hacen son muy pocos. Por todo esto y lo que pudiera
sobrevenir en los próximos meses o a cinco años y medio de Velasco
Coello, es necesario dejarlo escrito: del
tremendo saqueo a los recursos del pueblo chiapaneco, que bien han
documentado ser miles de millones de pesos, no únicamente es
responsable el gobierno que presidió Juan José Sabines Guerrero; a
estas alturas ya también resulta culpable –por omisión o
comisión- el gobernador Manuel Velasco Coello, que ante tal
situación, durante siete meses, ha venido caminando
y nadando de a muertito, en silencio
cómplice. Con actitudes complacientes y con
alusiones de puro compromiso y apariencia. Con
frases y acentos bien cuidados que benefician y no molestan para nada
a su compadre Juan José Sabines Guerrero,
quien ya debiera estar rindiendo, cuando menos, su
declaración preparatoria ante la autoridad
competente.
En
la historia de Chiapas, la no oficial, la
administración de Manuel Velasco Coello
quedará como un gobierno de total
complacencia hacia Juan Sabines Guerrero. Un
gobierno que permitió que se sustrajera, impunemente, el patrimonio
de los chiapanecos. Un gobierno verde-ecologista,
que pudiendo, no defendió los intereses del pueblo, ante quien
protestó cumplir y hacer cumplir las leyes. Un gobierno
verde-ecologista
timorato y tibio; analfabeta político, por miedo, conveniencia,
cobardía, escases de visión o por todo ello y quién sabe cuánto
más. Un gobierno verde-ecologista
de inexistente compromiso social, real, no de discurso, dado también
al exclusivo cultivo de formas, con el único objetivo de detentar y
prolongar, lo más posible, poder y dinero,
en beneficio personal, de la familia y de los grupos de poder de
siempre, locales y del país. Un gobierno verde-ecologista
dirigido por Manuel
Velasco Coello que resulta ya idéntico a una
mezcla mejorada de administraciones priistas, perredistas y panistas.
Una mezcla que, de no corregirse, amenaza terminar peor que los
gobiernos que lo precedieron.
En
Chiapas, no existe división de poderes y no es nada nuevo.
Quien esto escribe así lo ha sostenido siempre, desde luego, apoyado
en los hechos que a diario se conocen, y por si hiciera falta para
registrar la historia del poder Legislativo local, ahora el diputado
Marco Antonio Cancino González
ofreció la oportunidad de constatarlo en vivo, con excesiva claridad
y desvergüenza. El 10 de julio en el noticiario de la tarde por la
radio XEWM, El legislador
por el Partido Revolucionario Institucional –por ignorancia,
servilismo o ambas cuestiones-, dijo “… como
nos ha instruido el señor gobernador Manuel
Velasco Coello”, en
estos términos se expresó y quedó grabado para la historia del
Poder Legislativo chiapaneco, para la historia y vergüenza de los
diputados, el triste y desvergonzado papel de uno de los poderes de
Chiapas, confirmando en ellos política bisoña,
pobreza en sus principios y escases de dignidad. ¿Cómo está eso
que el gobernador instruye
a los diputados? ¿Gobernador, por qué abusa del poder?, ¿Gobernador
por qué humilla de esta manera a los diputados y al pueblo de
Chiapas?, ¿Diputado Marco Antonio Cancino
González, ser instruido por el gobernador Velasco Coello, lo molesta
o lo complace? Queda comprobado, los
diputados son ignorantes, serviles y sinvergüenzas.
Los
diputados locales, como siempre, mozos de
oficio del gobernador.
Afirmar, con pruebas irrefutables, que los diputados locales son
también empleados de confianza
del gobernador Manuel Velasco Coello,
no es una aseveración menor, y decir igualmente que estos mismos
legisladores también,
recientemente, se comportaron como trabajadores
eventuales del ex gobernador Juan
Sabines Guerrero, empeora aún más su
situación y la del futuro del pueblo de Chiapas. En la total
irresponsabilidad social, como otros, también se conducen los
legisladores: en lugar de legislar
para mejorar las condiciones de vida de sus representados, viven
solamente en la preocupación constante sobre el cómo hacerle para
agradar al gobernador, cómo lograr que se fije en alguien de ellos y
cómo hacerle para entrar en su corazón, sentimientos y decisiones
futuras. Solamente de eso se ocupan y ni un milímetro más.
INCOMPETENTES Y DESVERGONZADOS.
Los
diputados como lavanderas
de Juan Sabines
Guerrero y empleados
domésticos de Manuel Velasco Coello.
Comprobado, como siempre, sumamente grave y
preocupante para la consecución del bienestar social del pueblo de
Chiapas. Un poder Legislativo manso, dócil, menso y únicamente
pendiente de las necesidades personales del gobernador, jamás podrá
ser coadyuvante responsable para la solución de la problemática
social chiapaneca. Este poder Legislativo no es lo que el pueblo
chiapaneco merece, el que necesita para tener un gobernador con freno
y juicio, a quien se le exija definir y ajustarse, disciplinadamente,
a un Programa Estatal de Desarrollo, objetivo y creíble, verdadero;
un programa, no una colección de frases saturadas de demagogia; un
gobernador controlado en sus derechos y evaluado en sus obligaciones;
un gobernador ubicado en sus responsabilidades y respetuoso para con
los otros poderes del Estado y el pueblo. Un gobernador, no un actor
de circo, no un “proveedor de pan”,
no un recurso humano de teatro, no un figurín
de telenovela, no,
sólo gobernador.
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