La sorpresiva visita del Presidente de México al territorio más álgido de la frontera sur, para nada guarda relación con un verdadero interés por resolver los problemas de los chiapanecos. Lo prueban la intrascendencia de las acciones anunciadas.
La llegada sigilosa de Felipe Calderón a
Quienes acostumbran ser tratados en serio y actuar con honestidad, lo primero que detectaron fue una burda y costosa campaña mediática, para convencer a los dueños del dinero nacional e internacional, de que el caso Chiapas, ya no es preocupación.
La visita del Ejecutivo Federal, que previó presentaciones con variados y “casuales” disfraces, fue para vender la idea de que en Chiapas, todo está y va bien; que ofrece seguridad a los capitales de cualquier origen y tamaño; que existe enorme potencial para la inversión; que abunda la mano de obra barata; y, que los Gobernantes locales también son sumisos y fáciles, ante la mas mínima y discreta insinuación.
El Presidente, vino por que le urgía construir un escenario estatal a modo, donde los medios dieran cuenta de que en Chiapas hay armonía, seguridad, trabajo y felicidad.
Todo, para que los actores ayuden a mentir y vender; para volver cómodos, rentables y atractivos los disfraces; para aparentar responsabilidad y visión; y, si se puede, aparecerse como simpático, sencillo, franco y fresco.
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