Piensa, Prensa y Pega.

2 de febrero de 2011

Reflexiones y Precisiones

Quien observa y opina sobre lo que cotidianamente sucede aquí, allá y más allá, está obligado a expresarse respecto a todo lo importante que se presente, aunque sólo sea para aportar poco o nada más para meter ruido, y con ello, otros estimulen el pensamiento, reflexionen, y en ese ejercicio, contribuyan con su palabra a generar conclusiones superiores, útiles a la comunidad. Que lo socialmente trascendente no se olvide; al contrario, se recuerde y se aprenda de ello, para hacer mejor la tarea común, para caminar con menor dificultad, evitando esfuerzos estériles y avanzar más rápido en la labor social que cada día es más urgente.

  Esta introducción obedece y la inspira la reciente muerte física –nunca de acción y pensamiento- del Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, Don Samuel Ruiz García, hombre quien dejó testimonios sobrados de congruencia entre discurso y práctica; de su vida y obra; de su andar y de sus frutos, ninguno socialmente extraviado y menos con características de podridos. Un legado grandioso para la colectividad, imposible de ocultar y difícil de olvidar, tanto que, a muchos les da miedo, mientras que a las mayorías pobres y marginadas, les transmite ánimo, esperanzas y calor humano para continuar adelante, luchando por una vida mejor.

  Ahora con la muerte de Don Samuel, cuando se hacen inventarios de sus esfuerzos, vicisitudes y alcances, hay que ser en extremo cuidadosos. Ponderarlos en la dimensión correcta,  empezando por no olvidar que lo cosechado, corresponde a todo un equipo de trabajo que sí debe reconocerse. Él lo visualizó, organizó, alimentó, enraizó y multiplicó; un equipo nada improvisado cuyos mejores frutos  podrían estar por obtenerse; que como todo, está sujeto a transformaciones, para bien; que seguramente todavía aportará mucho más porque Don Samuel no acostumbraba repartir dinero, alimentos, viviendas o aperos de labranza, sino enseñaba a conseguirlos con dignidad, atento al gran valor que tiene el trabajo organizado, en equipo, consciente  y comprometido.

  Todos esos hombres y mujeres a quienes Don Samuel contagió “mortalmente” con sus palabras, práctica y enorme compromiso social, terrenal,  son la garantía de que él continuará vivo, caminando y cosechando para siempre. Procurarán y provocarán acciones justas, tratos dignos y condiciones de libertad que hagan posible un mundo con  necesidades humanamente satisfechas; con cimientos sólidos que soporten armonía, paz y libertades en abundancia, que identifiquen y gestionen los suficientes medios para resguardar y defender con éxito, cualquier logro social y toda ambición colectiva.

  Es del conocimiento público que Don Samuel Ruiz García, siempre padeció hostigamientos, presiones, amenazas y atentados –todo muy bien documentado y bajo resguardo- no por lo que predicaba, que muchos lo hacen, sino por lo que practicaba, cuestión a la que muy pocos se arriesgan. Supo ser congruente, y más, sabía cómo exigir y obtener, para avanzar en la construcción de una vida mejor aquí en la tierra, antes que ocuparse de ofrecer una vida feliz en el más allá. Eso fue algo de su “gran pecado” que despertó odio y aborrecimientos en los poderosos; pero cariño y entrega incondicional, ahora más, de miles y tal vez millones de marginados, explotados y olvidados, de México y el mundo.

  Sin vacilaciones y aceptando los riesgos implícitos, hay que reconocerlo y decirlo con todas sus letras, aunque a algunos de sus amigos incomode y a sus enemigos les moleste. Dicen que hay hombres que al andar hacen camino. Don Samuel lo entendía bien y nunca se conformó: siempre con su caminar buscó abrir caminos, atraer luz, acercar comida y acompañar puntualmente; logró bastante y por eso es grande; tanto, que muerto creció más y con ello la enorme y espesa sombra que sólo dan los árboles bien plantados, que nacen fuertes, que resisten  plagas, que crecen derechos, que su floración embellece y que sus frutos satisfacen.

  Don Samuel, en vida, movilizó a muchos conscientemente, ahora muerto -físicamente-, seguro, moverá a muchos más que antes porque supo multiplicarse; porque preparó todo para no estar; porque proyectó sin incluirse él; porque dividió el trabajo para hacerse más fuertes y productivos, no para debilitarse; y tal vez lo más importante, el acorazado equipo de trabajo que concibió y fortaleció, le cuidó y no le dispensó hendijas utilizables  para la destrucción desde el exterior o la autodestrucción desde el interior. Por supuesto, aun con todo, no es para confianzas a ciegas o en “amor eterno”. Fue un hombre visionario y con gran humildad, que se supo volver prescindible para que su legado, su obra, pervivieran en generaciones enteras. Seguramente, así será.

  Son incalculables los alcances de la  lección de vida, compromisos y tesoro social que Don Samuel Ruiz García hereda, principalmente a catequistas, ministros, diáconos, a todo el equipo de pastoral en general,  al Centro de Derechos Humanos “Fray Bartolomé de Las Casas” y a tantos otros que con nombres o sin tenerlos, caminaron siempre junto a él y su grupo de trabajo. Para todos ellos y el proyecto infinito, vienen tiempos muy difíciles, llenos de tentaciones con insinuaciones insanas, en un primer momento. Después vendrán, como siempre: presiones, hostigamientos, amenazas y atentados, seguro.

  De algo hay que estar ciertos, pero nunca confiados: el proyecto social concebido, encaminado y defendido por Don Samuel Ruiz García y su  equipo, durante casi medio siglo, mantendrá su blindaje, será invencible y se volverá inmortal, mientras continúen las injusticias sociales, las desigualdades, los atropellos, las pobrezas, los desprecios y olvidos. Entre más se le amenace, mayores serán sus fortalezas; cuanto más se le agreda, mejores serán sus respuestas; y entre más se le persiga, mayor será su entereza.

  Ah, por aquello de los cariños, celos y especulaciones, el autor de “Reflexiones y Precisiones” confiesa que no tiene fotografías donde esté junto al Obispo Emérito; que nunca conoció de cerca a Don Samuel; que jamás le tocó la mano; que nunca fue a misa con él y con nadie; pero sí, que siempre estuvo atento a todo lo que decía, hacía y se decía de él.

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